#40 - Soy suficientemente listo para saber lo tonto que soy
La verdadera humildad es la humildad intelectual
El sabio busca la sabiduría; el tonto la ha encontrado
Georg Christoph Lichtenberg
Invertir en startups: el arte de decidir sobre lo incierto
Por más que alguien que invierte en startups dedique tiempo a analizar el potencial del negocio y la oportunidad de inversión, siempre existe una capa de incertidumbre tan grande que es muy difícil proyectar con certeza el éxito o fracaso del proyecto. Hay un alto riesgo en la proyección y, por tanto, en la inversión. Por eso lo llaman capital riesgo.
En mi caso, tengo muy claro que, por mucho que pueda llegar a aprender y por mucha experiencia que acumule sobre analizar startups: su estrategia, modelo de negocio, equipo fundador y su capacidad para ejecutar, etc., acertar sobre si una startup tiene una alta probabilidad de funcionar es extremadamente complejo. El problema a resolver tiene mucha información desconocida y en ese contexto tienes que tomar una decisión de cómo se comportará la startup en el futuro.
Internamente, una startup que empieza tiene una alta incertidumbre inherente al descubrimiento que tiene que hacer: encontrar un modelo de negocio repetible y escalable. Externamente es cuando empieza la incertidumbre de verdad: el mercado y los clientes, la competencia, elementos que no sabemos que pueden entrar en la ecuación, pero que pueden hacerlo (y de hecho lo hacen), etc.
Mis capacidades y conocimiento son limitados y están sesgados porque soy como soy y porque soy humano. Lo cierto es que me puedo equivocar fácilmente intentando predecir si una startup funcionará o no.
Cada inversión que se hace en el mundo del capital riesgo es una apuesta informada, pero también una apuesta con alto riesgo limitada por nuestra capacidad humana y por la incertidumbre propia de proyectar hacia el futuro.
Lo interesante de los momentos clave de la vida es que es difícil darse cuenta de que es un momento clave de la vida
Esto para un inversor en el mundo del capital riesgo es darse cuenta de cuándo una startup es la oportunidad que deberíamos coger porque va a funcionar.
Una de las startups en las que hemos invertido en Archipélago Next, es Blaine Box, que se dedica, naturalmente, a fabricar plantas artificiales hiperrealistas, hechas a mano por artesanos y que son prácticamente indistinguibles de las naturales. Un nivel de realismo del 97% hace que a la gran mayoría de la gente le sea imposible saber si son naturales o artificiales, incluso mirándolas de cerca.
Pues bien, cuando conocí el proyecto de Blaine y me lo contaron por encima, me pareció algo que rozaba lo absurdo.
¿Plantas artificiales?
¿Eso no es como un mal peluquín que sólo se pondría alguien para que no le diera frío en la cabeza como último recurso?
No se, llámame caprichoso, pero no me pareció lo más emocionante que unos emprendedores pudieran plantear y tampoco que algo así pudiera generar un modelo de negocio escalable para una startup.
Error.
Mi suerte fue que ya habíamos invertido en Blaine en Archipélago antes de que yo me incorporara al fondo y al comité de inversión. El equipo del fondo que la analizó la considero suficientemente interesante entre el Dealflow que nos llega para llevarlo al comité de inversión y los LP que votaron esa inversión, dijeron que sí. Hoy Blaine es un cohete con proyección a nave espacial.
Si alguien me hubiera hablado de Blaine de forma rápida y no hubiera podido conocer a Óscar Gallego, fundador y CEO, ni me hubiera pitcheado la idea con todo lo que el sabia que podía hacer con ella, casi seguro que no me hubiera interesado por Blaine ni por analizarla. Seguramente hubiera dicho: OK, no me interesa, buena suerte.
Error.
En mi falso descargo diré que cuando supe de Blaine simplemente conocí una descripción de pasillo contada por alguien del fondo pero, precisamente, muchas veces descartamos cosas porque lo que nos llega es eso, una conversación de pasillo y tomamos decisiones en segundos. Tienes que hacerlo porque tienes más cosas que analizar que a las que puedes atender. En ese valle de la muerte del pasillo mueren muchas inversiones.
Así que no es descargo, es un falso descargo, porque uno debería aspirar a poder distinguir mejor lo que merece la pena analizar tras sólo una conversación de pasillo.
Lo único bueno, eso sí, es que soy lo suficientemente listo como para saber lo tonto que soy.
Saber eso hace que este pendiente, de la mejor forma en que soy capaz, de no caer en este y otros errores, lo cual mejora un poco el resultado. Si no sabes lo tonto que eres tendrás bastantes ángulos muertos que no vas a vigilar porque crees que nos los tienes y eso será peor para ti.
Aprende y mejora todo lo que puedas, pero a la vez mantente abierto siempre a estar equivocado y a las ideas de los demás.
Blaine Box: breve historia de una oportunidad que pudo haberse perdido
Blaine surge porque Óscar entendió que había un problema real, que resolver en el mercado y que ese problema tenía un tamaño muy grande (eso le gusta a los inversores) y se propuso construir un producto que fuera la solución a ese problema: desde oficinas a hospitales, pasando por hoteles, edificios públicos, privados, grandes y pequeños, quieren y necesitan plantas para decorar y generar ambientes agradables. Fíjate y verás que esto es omnipresente, por donde quiera que vayas verás constantemente plantas decorativas.
Óscar se dio cuenta de que esto, que parece simple, casi una obviedad, en realidad es un problema que consume mucho tiempo, dinero y recursos para lograr mantener las plantas adecuadas en buen estado, ocurriendo que casi siempre se degradan y los clientes tienen que estar pendientes para cambiarlas antes de que eso ocurra y afeen sus espacios. Más barato, variedad de opciones, sin degradarse y renovando el mix de plantas decorativas con la frecuencia pactada con el cliente.
Esa solución en forma de servicio con el producto hiperrealista que ha sido capaz de construir Blaine y que es parte de su diferenciación encajó en el mercado como un guante en mano. Product - Market Fit. Después de eso: crecimiento, mejora del producto y del negocio para dar mejor servicio a los clientes.
Tres cosas que me gustan de Blaine
Blaine ofrece una solución real. Sí, a veces las startups proponen resolver problemas que no existen en el mundo real. Además, Blaine resuelve un problema en el mundo de los átomos, no el de los bits, lo cual no es tan frecuente y a mi me gusta especialmente, mejorando de forma sorprendente la situación de un mercado que existe desde la Edad del Bronce. Esto siempre me gusta especialmente: innovar de forma fuerte en un mercado maduro que está a la luz del día, a la vista de todo el mundo y en el que todo el mundo asume que no hay otra forma de hacerlo, sino la actual.
Otra cosa por la que me gusta Blaine es porque nace del comportamiento prototípico de un emprendedor. Emprendedor viene del latín in-prehendere: coger, capturar. Un emprendedor es quien se da cuenta de una oportunidad y puede cogerla. Óscar creó Blaine tras su experiencia vendiendo rosas el día de Sant Jordi, en Barcelona, con gran éxito. Tanto que se dio cuenta y cogió una oportunidad basada en que no vendía más porque no podía conseguir más rosas frescas de los productores y las rosas son perecederas.
Cuestionar el status quo, ver una oportunidad y cogerla:
Las rosas son perecederas y no se pueden vender más que las que consigues frescas de los productores.
¿Y si no lo fueran?
¿Y si e stock fuera ilimitado?
Ese fue el germen de que Óscar quisiera resolver ese problema. El resto es historia.
La tercera cosa por la que me gusta Blaine es porque Óscar es un fundador y CEO de los que buscan los inversores, uno de los que logra hacer llover (o que algo no necesita lluvia, en este caso): propone un plan y lo ejecuta de forma implacable cumpliendo hitos una y otra vez, haciendo crecer la empresa y mejorándola, sea fácil o difícil, pase lo que pase. El signo del emprendedor en el que quieres invertir.
Humildad intelectual
La verdadera humildad es la humildad intelectual.
La humildad no está en valorar tus capacidades y habilidades en menos de lo que realmente son, sino en reconocer tus limitaciones y estar dispuestos a aprender en cualquier giro del camino.
Aparte de tus propios fallos por errores al analizar algo, añade tus sesgos propios y que eres humano. Con eso ya sabes que realmente puedes fallar y que otros pueden tener mejores ideas que tú, haber visto ángulos que nos has tenido en cuenta o estar en lo cierto cuando tú no lo estás. Si entiendes esa realidad implacable, que es casi física y puedes tocarla, la humildad intelectual no es ya un mérito, sino es una obviedad a la que llegas.
La humildad intelectual es una cualidad indispensable en el mundo del capital riesgo y en el mundo en general.
Esto es compatible con ser muy bueno en lo que haces, pero ser muy bueno no es ser perfecto. Ser perfecto está a mil jodidos kilómetros de ser muy bueno.
Ser un buen inversor no significa tener todas las respuestas, sino intentar ser lo mejor que puedas ser, aprendiendo y mejorándote de forma continua y añadirle a eso ser lo suficientemente consciente como para saber que podemos estar equivocados, incluso cuando estamos convencidos de lo contrario. Esto te abre la posibilidad de poder contrastar y enriquecerte con ángulos diferentes de otras personas y esa es tu mejor opción para tomar las mejores decisiones: aprovechar lo mejor que puedes hacer tú y estando abierto a ideas de otros.
Saber que soy lo suficientemente listo para darme cuenta de lo tonto que soy no es solo una reflexión filosófica, sino una estrategia práctica que mejorar mi toma de decisiones. Aceptar que puedo estar equivocado me permite estar más atento a los ángulos muertos que no se ven, a los errores que se pueden cometer, a ser más receptivo a las ideas de los demás y, en última instancia, a poder tomar mejores decisiones de inversión o de lo que sea.
Tomar mejores decisiones es algo que te interesa saber hacer para mejorar tu vida.