En teoría no hay diferencia entre la teoría y la práctica. En la práctica sí la hay.
Yogi Berra
En cualquier profesión, ya sea medicina, arquitectura o ingeniería, podemos identificar dos roles fundamentales: lo que llamaré “el ingeniero” y “el técnico”. Ambos roles son complementarios y necesarios.
Aquí, no hablamos del título universitario o del nivel de estudios, sino que es una cuestión de talento, enfoque y preferencia. Da igual el título que tenga alguien en cualquier profesión. En el mundo real, no en el Matrix del falso status ligado a títulos en vez de a valor creado, los "ingenieros" son los que se ocupan de lo abstracto, del diseño, de la planificación general, mientras que los "técnicos" ejecutan, ajustan detalles, solucionan problemas en el campo de batalla real y desarrollan un conocimiento único sobre cómo hacer que las cosas funcionen.
No se trata de qué has estudiado, sino de qué trabajo haces realmente.
Lo interesante, por tanto, es que estos roles, en realidad, no tienen mucho que ver con los títulos académicos. Es un error pensar que un ingeniero por título siempre actuará como un ingeniero en la práctica y no hará trabajo práctico en la trinchera, o que un técnico no hará trabajo abstracto y de diseño.
Ingeniero y técnico: dos caras de la misma moneda
Al pensar en estas dos figuras, podrías caer en la trampa de pensar que uno vale más que el otro. Al fin y al cabo, ¿no son los ingenieros los que diseñan todo desde cero?
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Lo que hace ingeniero sin un buen técnico es tan inútil como un plan sin ejecución. En todas las profesiones hay quienes se dedican a diseñar el marco teórico y quienes lo implementan.
Por ejemplo:
Un arquitecto puede diseñar un edificio con la más avanzada tecnología y los cálculos más exactos, pero los albañiles y técnicos de construcción tienen que aplicar su conocimiento sobre el terreno para que ese diseño se convierta en realidad. Muchas veces el técnico corrige al ingeniero porque el diseño no se podía llevar a cabo. Esto el ingeniero lo desconoce porque no tiene el conocimiento sobre el terreno.
Un médico investigador puede estar diseñando nuevos protocolos o descubriendo tratamientos innovadores, mientras que otro médico se especializa en aplicar de forma real esos conocimientos en el quirófano o en consulta diaria, para lo que necesita un conocimiento específico que sólo se puede obtener poniendo en práctica lo diseñado.
El título no define tu rol profesional.
Eso es un engaño. A veces otros te engañan, a veces te engañas tú mismo.
Puede que un ingeniero de software trabaje en algo tan práctico como diseñar pantallas de usuario, mientras que un técnico en programación sea quien termine diseñando la arquitectura de ese software.
Lo que determina tu rol profesional es el tipo de trabajo que haces no tu formación: si te dedicas más a lo abstracto o más a lo concreto. Y ninguna de las dos cosas es superior a la otra.
El falso ingeniero y el técnico extraordinario
Hazte esta pregunta:
¿Por qué estudiar ingeniería si nunca vas a hacer trabajo de ingeniero?
El mercado es implacable. Puedes tener el título, pero si no puedes hacer las abstracciones, trabajarás de técnico. Da igual tu título profesional, eso es lo que serás de verdad.
Para los técnicos también es cierto: puedes haber estudiado para técnico, pero si te dedicas a las abstracciones, estás trabajando como ingeniero.
Es frecuente encontrarse con "falsos ingenieros", aquellos que, a pesar de tener el título, no están diseñando sistemas, sino ejecutando de forma práctica. Esto es preocupante porque hemos creado un sistema que, en lugar de valorar a los profesionales por su excelencia y el valor que crean, empuja a todos a intentar ser ingenieros porque el sistema educativo y la sociedad en general asigna más status a estos que a los técnicos, pura y exclusivamente basada en lo que han estudiado, no en lo que hacen en la realidad.
Por otro lado, aquellos con una formación más técnica pero con una capacidad innata para la abstracción terminan liderando proyectos, diseñando sistemas, y trabajando como ingenieros de facto, aunque no tengan el título.
Ingeniero y técnico son dos tipos de trabajo diferentes, no dos jerarquías.
Si existen los falsos ingenieros también existen los “técnicos extraordinarios”. Piensa en ese electricista, mecánico o programador cuya agenda está llena de encargos y con quien debes esperar meses para que te conceda audiencia y tendrás suerte si decide aceptar tu encargo. Todo el mundo los conoce y todo el mundo los persigue.
Estos profesionales pueden llegar a ganar mucho más que algunos ingenieros que, en realidad, están trabajando como técnicos sin ser lo suyo. El mercado reconoce el talento por lo que vale, no por el papel en la pared.
Estudiar no es un fin, es el medio para conseguir crear valor como profesional. Se equivoca la sociedad al medir el inicio profesional de una persona, que es con qué estudios llega al mundo real. Nadie mide lo buena que es una película por lo que dice un productor de cine que va a hacer. Se mide después de haberla visto. Por la misma regla de tres, es irrelevante el momento de tiempo en el que alguien sale de sus estudios, lo que importa es qué valor puede crear.
Este perverso y equivocado enfoque genera frustración y una gran cantidad de profesionales que no están desarrollándose como profesionales en lo que realmente son buenos. Si valoráramos más a los técnicos, tendríamos menos ingenieros frustrados y más técnicos brillantes, personas que realmente disfrutan haciendo su trabajo y, por tanto, haciéndolo mejor y creando más valor para ellos y para todos.
Personalmente, no encuentro menos valor en la capacidad de coger un coche de 1968, remodelarlo y mejorarlo por completo, manteniendo su esencia, pero llevándolo a la potencia, técnica y comodidades actuales para crear una joya única, hecha a medida, que en diseñar un coche con menos sabor que un espárrago pasado por agua.
Si no opinas como yo, pregunta a Vanguard Motors por cuánto venden esta joya, que no diseñaron, pero sí modificaron con conocimiento práctico, y compáralo con el precio de un coche diseñado y ejecutado hoy de los que puedas ver un día cualquiera por la carretera. Si consigues un precio mejor me avisas para llamarlos:
Hay algunos que aprecian ese valor y pagan por ese valor, como el dueño de este bicharraco, un Shelby Cobra, que me encontré por Sunset Strip, en Sunset Boulevard, Los Ángeles:
¿Qué tipo de profesional quieres ser?
No es cuestión de mejor o peor, sino de saber dónde te sientes más cómodo. Ser un ingeniero abstracto no es superior a ser un técnico. Ambos roles tienen su valor, y el truco está en encontrar el tuyo.
¿Te apasiona diseñar las grandes líneas, pero no te gusta perderte en los detalles de la implementación? Entonces tu lugar está en lo abstracto, en ser ingeniero.
Por otro lado, si disfrutas desentrañando los problemas concretos y ejecutando para que las cosas ocurran de verdad, quizás ser técnico sea lo tuyo.
El sistema educativo, sin embargo, está diseñado para empujarnos hacia el status arbitrariamente identificado como el más alto en la jerarquía académica, y si no vas hacia allí, el mensaje implícito es que vales menos. En realidad, lo que cuenta no es lo que estudias, sino lo que puedes hacer con ello.
El valor de lo práctico
No hay nada más erróneo que un sistema que ignora la habilidad práctica y el conocimiento específico de la ejecución frente al diseño y las abstracciones.
Nos olvidamos de que, sin la ejecución técnica, ninguna gran idea pasa de ser un simple proyecto en papel.
Mira cualquier en campo y verás mimos. Por ejemplo, en medicina, los cirujanos técnicos no están diseñando tratamientos innovadores, pero están salvando vidas cada día y sólo ellos pueden hacerlo, no los que diseñan la innovación. ¿A quién quieres a tu lado en la mesa de operaciones en un momento clave, a un ingeniero abstracto o a un técnico práctico?
Redefinir el status del ingeniero y el técnico
Aquí es donde nuestra sociedad se ha equivocado gravemente. Hemos construido una narrativa en la que ser ingeniero equivale a alto status social, incluso a “éxito”, sea lo que sea eso, y ser técnico parece ser algo de menor valor.
Nada más lejos de la realidad. El status asociado a cada uno de estos roles necesita una profunda revisión. El mercado ya lo hace de manera natural, premiando a los técnicos brillantes y no aceptando el supuesto valor teórico de los falsos ingenieros, pero el sistema educativo y la sociedad que le permite que lo haga y compra esa narrativa, sigue perpetuando una visión falaz.
Es fundamental que entendamos que ser un falso ingeniero no es "mejor" que ser un técnico brillante. El verdadero valor de un profesional no reside en su título, sino en su capacidad para resolver problemas y generar valor. Ser un excelente técnico es mucho más útil y satisfactorio que ser un ingeniero frustrado que nunca pondrá en práctica las abstracciones que estudió.
Al final, el mercado busca resultados. No le importa tu título, sino lo que eres capaz de hacer. Si no puedes diseñar, serás técnico, y si puedes hacerlo, diseñarás, independientemente de lo que diga tu papel en la pared.
Esto aplica a todos los campos profesionales, incluso a los que están regulados y exigen titulaciones para poder ejercer: hay ingenieros que nunca diseñan un proyecto y están en empresas para firmar lo que otros les diseñen. Hay técnicos que diseñan y se los dan a ingenieros para que los firmen y los pasen por el colegio profesional, como les exige la ley. Es decir, puede querer construirse una ficción, pero la realidad siempre se abre camino. Es muy tozuda.
Lo perverso del sistema educativo y la sociedad que le permite que exista tal y como es, es que crea falsos ingenieros porque no da suficiente valor a los técnicos, lo que hace que mucha gente persiga lo primero porque no quiere someterse al escarnio social de perseguir lo segundo, aunque fuera lo que le conviniera como persona y profesional. Esto es necesario cambiarlo, pero mientras se cambia (no confíes en la sociedad para que arregle las cosas que afectan a tu vida), tenlo claro tú y actúa en consecuencia.
Los mejores profesionales son aquellos que saben dónde encajan mejor, no aquellos que persiguen un status que no les corresponde.
Conócete a ti mismo
Sócrates lo dijo, “conócete a ti mismo”, y yo encuentro ninguna razón para contradecirle. El autoconocimiento es el primer paso para vivir una buena vida. Debes conocerte a ti mismo para orientarte hacia lo que verdaderamente encaja contigo.
El sistema educativo y la sociedad, si no tomas en tus manos la responsabilidad de tu propia vida y te dejas llevar por el río, puede empujarte hacia roles en los que no te va a ir bien y a aceptar trabajos que no encajan contigo, lo que te condena a una vida de frustración y desencanto. Puede llegarte el mensaje generalizado de que el éxito se mide por títulos y diplomas, sin tener en cuenta tus verdaderas habilidades e intereses.
El autoconocimiento, además, no es algo que se adquiera de una vez. Es un proceso que se perfecciona a lo largo de toda la vida. Pregúntate continuamente:
¿Qué me gusta hacer?
¿Qué tipo de trabajo me llena?
Si te orientas hacia lo que realmente te apasiona y encaja con tus habilidades, no solo serás más feliz, sino que también destacarás en lo que haces.
Cuando comprendes lo que eres y lo que disfrutas, podrás orientarte hacia ello y ser libre.
Algunas recomendaciones que te puede ser útiles en ese proceso:
Sé honesto contigo mismo, ¿qué disfrutas de verdad?: Si disfrutas con la resolución de problemas prácticos y te gusta ver resultados tangibles, es probable que tu camino esté más cerca de ser un técnico brillante que un ingeniero abstracto. No hay nada de malo en esto; al contrario, los técnicos a los que les encanta lo que hacen son esenciales. No te empeñes en ser alguien que no eres.
Reconoce el valor de lo práctico: El conocimiento abstracto sin ejecución no vale nada. Aprende a ver el valor de ser técnico en cualquier profesión, ya que esos son los que terminan haciendo que las cosas funcionen. La ejecución perfecta de una idea es tan valiosa como la idea misma (y muchas veces más). Es más, hay mucho conocimiento específico relacionado con la ejecución que es tan valioso para hacer que algo se pueda llevar realmente a cabo como la idea más potente que alguien pueda generar.
Evalúa tu entorno: ¿Estás en un trabajo que te llena o simplemente sigues un camino trazado por expectativas sociales? La clave del éxito no es el título que cuelga en tu pared, sino el disfrute y la satisfacción que sientes al hacer tu trabajo. Si te encuentras constantemente en conflicto con lo que haces, tal vez es hora de replantear tu trayectoria.
Aprende a ignorar el status externo: No te dejes atrapar por la idea de que el status está en los títulos. El juicio sobre tu valor siempre debe ser interno, (cómo te sientes tú) y externo sólo respecto a cuánto valor real generas a los demás. Lo importante es eso y la satisfacción de hacer lo que realmente disfrutas.
Liberarte del status impuesto
La búsqueda del status es una trampa. Vivir bajo la presión de lo que los demás consideran valioso te condena a perseguir metas que no tienen nada que ver con las metas que realmente te interesan a ti.
Si trabajas como ingeniero, pero tus habilidades y tu interés están más alineados con lo técnico, estarás desperdiciando tus talentos y tu vida en una lucha sin sentido.
De la misma forma, si eres un técnico brillante pero te sientes inferior por no tener un título universitario, estarás sufriendo absurdamente por ser esclavo de las opiniones arbitrarias de quienes crearon ese sistema, lo intentaron imponer sobre ti y tú les dejaste hacerlo. Tú siempre tienes el control y puedes decidir que no te dejas imponer nada, sino que tú decides por ti mismo lo que es valioso y lo que no.
Liberarte de esa presión social, redefinir tu propio criterio y aprender a valorar tu satisfacción interna por encima de las expectativas externas es el primer paso para ser verdaderamente libre y feliz en tu vida.
Liberarte de la idea de que tienes que demostrar algo a los demás es un gran paso hacia vivir más contento contigo mismo, o sea, vivir mejor.
Haz lo que te gusta y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.