#34 - Tienes que infligir tu valor al sistema
El sistema educativo de masas no está diseñado para lo que no es medio, para quienes no son la masa. Tienes que infligirte al sistema con rabia, en vez de que el sistema te haga creer que no vales.
Yeah though I walk through the Valley of the shadow of Death, I shall fear no evil... because I am the meanest motherfucker in the Valley.
Bruce H. Norton
La muerte de la educación
Cuando estudiaba Ingeniería en Informática hace más de 20 años presencié la muerte del talento. La muerte del potencial de muchas personas. La fosa común a donde son arrojadas y luego sepultadas una enorme cantidad de personas que iban a aportar muchísimo al mundo, pero que les dijeron que no valían para hacerlo.
Un día hicimos un examen en el que, entre otras cosas, se nos pedía que diseñáramos un algoritmo de compactación de huecos libres en memoria. La memoria RAM de un ordenador está siendo leída, escrita y sobrescrita con diferentes bloques de datos constantemente. Esto provoca que no esté “ordenada” con todo el espacio ocupado en una parte y todo el espacio disponible en otro, sino que queden huecos libres entremezclados con espacio ocupado, lo cual reduce la eficiencia de la memoria. Había que hacer ese algoritmo en papel, con lo cual no podías probar si la solución funcionaba con un ordenador para poder corregir si cometías algún error.
Todos hicimos el examen y en clase se había explicado un algoritmo para hacer precisamente eso: compactación de huecos libres.
Un amigo brillante con el que estudié no se sabía el algoritmo, así que inventó uno sobre la marcha en el examen.
Bien, cabría pensar.
Mejor, incluso, que conocer el algoritmo y saber resolver el problema. Ha creado un algoritmo desde cero que también resuelve el problema.
La sorpresa vino cuando suspendió el examen y fuimos a ver al profesor de la asignatura para ver el examen. Yo le acompañé. El profesor nos recibió en su despacho y sus palabras textuales sobre ese problema fueron que “no había utilizado el algoritmo explicado en clase para compactar huecos libres”.
Así es, asintió mi amigo, no lo apliqué porque no lo conocía, pero hice el mío y creo que funciona. ¿Puedes comprobarlo?
El profesor lo comprobó y se tomó su rato en ejecutar el algoritmo en su cabeza. Tenía buena pinta. Parecía que mi amigo iba a ver reconocido su mérito, aprobar y tal vez ser reconocido como excepcional por haber inventado una solución sobre la marcha y bajo presión, en vez de saberse algo de clase.
“Pues sí, parece que funciona. Pero no es el de clase.”
“Pero si funciona entonces compacta los huecos libres y resuelve el problema. Entonces vale, ¿no?”
“No, porque no es el de clase.”
La cara de mi amigo era como la del que ve a su batallón morir en un ataque sorpresa en la guerra, queda aturdido por la luz centelleante y mirando al infinito, sin reaccionar.
¿Qué cojones se puede responder ante algo así?, como le diría Cifra a Neo cuando le dice que está ahí para salvar el mundo.
Mi cara tuvo que reflejar mi pensamiento, que recuerdo vívidamente: esto es la muerte de la educación. Matar a la gente con talento.
En mi mente, lo que iba a ocurrir allí es que mi amigo iba a sumar los puntos de ese problema, aprobar holgadamente y ser reconocido como un talento especial.
Todo lo contrario. Te has salido de los raíles y por eso vas a pagar. Examen suspendido. A repetir la asignatura en la siguiente convocatoria.
Qué tipo de personas tenemos dando clase para perpretar ese tipo de barbaridades y no reconocer la creatividad, originalidad y talento de la gente es otra pregunta que merece la pena hacerse, pero hoy no.
Lo que se ve y lo que no se ve
Cuando miramos al sistema educativo, desde primaria a la Universidad, vemos lo que se puede ver: personas que siguen un camino y extraen un valor por recorrerlo. Luego ese valor suele jugar un papel importante en que se puedan ganar la vida de una u otra manera.
Ver lo que es visible es fácil, pero no es suficiente. Hay que darse cuenta de que hay cosas que no se ven, pero son radicalmente importantes, tanto como lo que se ve.
Puedes ver el pan que un panadero ha hecho durante el día, pero no puedes ver el que no ha hecho porque se le estropeó el horno a la mitad de la faena. Sin embargo, esos panes iban a existir y ahora no existen. Eso es muy real. Se vea o no.
La mayoría de la gente vive la vida sólo teniendo en cuenta lo que se ve: lo que el sistema educativo genera.
¿A cuántas personas destruye?
Eso no se ve, pero es muy real.
Toda persona que se salga de la media que el sistema educativo de masas espera que pase por él lo pasará mal, cómo mínimo, muy mal, probablemente, y será destruido por completo en no pocas ocasiones.
El sistema educativo de masas espera que quienes pasen por el lo hagan aprendiendo a través de los métodos con los que se les enseña (y no de otra forma), lo que se les enseña (y no otras cosas), avanzando a determinada velocidad (y no otra) en las competencias que quienes diseñan el sistema valoran como buenas (y no otras) y que no se les ocurra tener intereses diferentes a los del curriculum, diferentes niveles de madurez en ciertas edades que la media o cualquier otra divergencia de esa media.
Todo esto, si te paras un momento a pensarlo, no tiene ningún sentido.
Las personas no son iguales en todas esas dimensiones ni en otras que les hacen ser muy valiosas. Sin embargo, se las obliga a “ser iguales” o recibir el mensaje implícito (y a veces explícito) de que no valen para nada.
Si a alguien no avanza en matemáticas básicas con un profesor que no entiende muy bien lo que explica, no es bueno explicándolo, pero inflige su mediocridad sobre 20 ó 30 alumnos sin compasión en aritmética o cálculo básico, va a pasar esto:
Un porcentaje muy sobrado de la clase van a entender lo que el profesor intenta explicar, tanto si lo explica como si no, porque esa dificultad es irrelevante para ellos dada su capacidad matemática. Algunos de estos alumnos también serán penalizados por salirse de la media y ser “exóticos”, no atender cuando el profesor explica y ellos ya se han aburrido, etc.
La mayoría de la clase lo entenderá de aquella manera, que quiere decir: mal. Repetirán los movimientos, pero estarán a mil jodidos kilómetros de entender lo que están haciendo, para qué sirve, por qué lo hacen, con qué se relaciona lo que aprenden para darle sentido o cualquier otra cosa que pudiera relacionar esos pasos que siguen con el mundo real.
Un tercer grupo de la clase va a convencerse a sí mismo de que es torpe, de que no se le dan las matemáticas y de que no sirve para eso. Si no sirven para eso y están en primaria o secundaria ya están jodidos, porque significa que no van a poder acabar el colegio o el instituto y entonces se convertirán en parias fuera del sistema que no valen nada ni tiene nada que ofrecer a la sociedad. Eso lo saben porque implícita (y a veces explícitamente) la sociedad en la que viven se lo ha hecho saber.
“O sigues estas rayas o eres torpe y si eres torpe para esto no vales para nada.”
¿Qué pasa con la autoestima de un niño, un adolescente o un joven cuando recibe este mensaje? Que muchas veces se desploma y eso marca su destino para siempre. Es torpe para aprender y “lo sabe”. Eso ya lo deja fuera de muchas cosas. Algunas competencias que le han dicho que son las únicas que valen no se le dan bien (a lo mejor el inútil era el profesor, pero eso no se ve, lo que se ve es que el alumno no avanza). Por tanto, no hay nada que pueda ofrecer de valor y tiene que resignarse con perder en la sociedad.
Fin de la historia.
Esto es una barbaridad por muchas razones, entre ellas:
Lo que se enseña en el sistema educativo es un curriculum que tiene algunas cosas valiosas y también tiene pura basura. No aprender alguna de esa basura es bueno, no malo. Es contraproducente perder el tiempo con malos profesores aprendiendo basura. No hay nada de bueno en ello salvo el ejercicio del autocontrol ante situaciones incómodas.
Muchas personas que enseñan son extremadamente malas enseñando. Muchas veces por eso enseñan, porque si fueran mejores a lo mejor estarían haciendo otra cosa. Otras son sólo muy malas. A veces aparecen personas con vocación verdadera por ayudar a los demás a través de la enseñanza, que tienen pasión por ello y son buenas y muy buenas. Esos salvan vidas y mejoran a la humanidad. Si todo el sistema educativo estuviera poblado por este tipo de personas el ser humano posiblemente ya habitaría en algún planeta de Alfa Centauri.
Lo que no se enseña en el sistema educativo es igual o más valioso en el mundo real, fuera de Matrix, que lo que se enseña de forma oficial.
Siempre cuento este ejemplo:
¿Es que una persona que tenga don de gentes, sea trabajadora y responsable, le guste hacer las cosas bien, sepa vender y tratar bien a sus clientes para fidelizarlos no puede montar un lavado de coches premium con 2 amigos y ofrecer valor al mundo?
¿Es que no pueden hacer crecer el negocio por su buen hacer y acabar con una cadena de centros de lavado que los haga ganar 100 veces lo que ganan quienes les enseñaron que eran torpes y no valían para nada?
Pueden. Y por suerte algunos lo hacen.
¿Es que el que suspende en una ingeniería porque su profesor es tan torpe que no puede reconocer un talento mayor que el suyo y, mucho menos, alimentarlo, no puede acabar siendo arquitecto de software en una empresa tecnológica y ganar 100 veces lo que ganan quienes le hicieron la vida imposible y lo arrinconaron hasta que pasó por los railes predefinidos o acabaron consiguiendo que se fuera de la carrera?
Puede. Y de hecho lo hacen algunos.
El problema es que son excepciones y ningún sistema sano puede vivir de excepciones. El sistema es malo.
Infligir tu valor al sistema y demostrar que se equivocaba
El otro día recordé la anécdota de la compactación de huecos libres porque una chica joven habló conmigo y me dijo que trabajaba en determinado sitio, pero que su pasión eran los recursos humanos.
Creía que se le daba muy bien empatizar y entender a las personas de forma natural y tenía una inclinación natural hacia ayudar a las personas a encontrarse bien en su entorno laboral. Es algo que le encantaría hacer, sin embargo, por cuestiones de complicaciones económicas en casa tuvo que dejar la carrera y claro, sin título universitario, ya sabe que no tiene valor que aportar en el mundo de los recursos humanos.
Además, nunca se sintió muy valorada en el sistema educativo y me contó como, implícitamente, los profesores, mayoritariamente, la hacían sentir que no valía mucho.
Profecía cumplida: no valía mucho porque unos profesores que nadie sabe si valen algo o no así se lo hicieron ver y ahora siente que no tiene más opción en la vida que conformarse con donde está, aunque su pasión sea otra. Es una persona joven, de menos de 30 años.
Le dije lo que pretendo que es verdad. Todo eso es falso y no puedes permitir que el sistema te inflija su mediocridad. Debes infligirte tú al sistema y demostrarle lo nefasto que es.
Si tú crees que vales para trabajar en recursos humanos (o en cualquier cosa) haz esto:
Identifica quiénes son algunas de las personas referentes en ese campo con las que te gustaría trabajar.
Aprende por tu cuenta sobre qué roles hay en recursos humanos y cuál te gustaría desempeñar. Aprende sobre ello. No es ciencia del cosmos. Apréndelo por tu cuenta o busca a quien trabaje en ello y te pueda ayudar.
Preséntate a las personas que son referentes para ti y diles que te encantaría trabajar con ellos o en lo que trabajan ellos. Sabes poco hoy, pero sabes aprender y te apasiona el trabajo. Ellos trabajan con alguna gente (estadísticamente tiene que ser así sin son más de 10) que va al trabajo a cobrar y a hacer lo mínimo posible, así que esa actitud ya les va a sorprender.
Pídeles que te aconsejen para mejorar y entrar en el mundo de los recursos humanos.
Pregúntales cómo les puedes ayudar. Empieza a ayudar a alguno de los que te dijo cómo podías ayudarle.
Sigue por ese camino y acabarás trabajando en recursos humanos antes de lo que te das cuenta.
La chica me dijo que era el único que le había dicho que sin título universitario podría hacer eso, trabajar en recursos humanos.
“Todo el mundo” le dice lo contrario.
No sé cuál puede ser ese todo el mundo porque, por suerte, no conozco a gente que piense así. Uno va rodeándose de gente con planteamientos similares y eso y el paso de la edad hace que haya cosas que ni si quiera te imaginas que existan en la sociedad, como es este caso para mi.
Trabajando con startups, empresas consolidadas y otro tipo de clientes que lo que quieren es output, rendimiento, que alguien les resuelva sus problemas, lo último que oigo en mi día a día, lo último que he visto preguntar y lo último que pregunto yo mismo es “qué has estudiado”. Lo que sí veo preguntar es “qué sabes hacer y cómo nos puedes ayudar en esto”. Pero ese debe ser mi sesgado mundo. Hay otro mundo donde “todos” le dicen a una joven que sin su título universitario se olvide de hacer una contribución al mundo en los recursos humanos.
Esta chica debe infligirse a sí misma al sistema educativo y a esa rancia sociedad que cree que si no era la más rápida en ciertas materias que alguien dijo que servían para algo, no vale para nada. Debe infligirse con rabia y demostrarle que otras cualidades que el sistema ni tuvo en cuenta, ni quiso desarrollar ni valoró, pueden importar igual o más.
Cuando eso ocurre ya no hay espacio para el debate.
Este señor empezó con sus autolavados y sus cualidades y ahora esta es su vida.
Esta chica a la que se le negó que abriera la ventana mental de que podía trabajar y aportar su talento a los recursos humanos utilizando sus cualidades, nada valoradas mientras estudiaba, hace esto ahora y esta es su vida.
¿Qué has hecho tú? ¿Te sientes realizado profesionalmente? ¿Te molesta generar 100 veces menos que el alumno al que despreciaste e intentaste destruir?
Eso es culpa de tu propia mediocridad, no la proyectes en los demás. No obligues a los demás.
Es por eso que todos aquellos que no entren en la media, por arriba, por abajo, por el lateral, por lo oblicuo, por sus características especiales, su originalidad, su valor no tasado por el sistema estándar, etc., deben infligirse a sí mismos sobre el sistema educativo y sobre la sociedad en general y no dejar que el sistema les inflija daño a ellos.
Es el sistema el que está mal si tenemos el mínimo respeto por los hechos: desde Steve Jobs al vecino que ha abierto 10 restaurantes en tu ciudad y no tiene estudios superiores, pero aporta mucho valor a sus clientes y por eso lo valoran mucho.
Tienes que infligir tu valor al sistema y derrotarlo. Tienes que ser tan bueno que el mundo real no te pueda ignorar.
Tranquilo, no te va a ignorar.
Lo que se ve es quien sale del sistema educativo y le va increíblemente bien, bien o mal, pero aguanta su vida trabajando en lo que no le gusta y ni si quiera es bueno porque se supone que eso era el éxito en la vida.
Lo que no se ve es la fosa común de talento que, si no hubiera sido despreciado y no se le hubiera convencido de que no valían para nada, destruyendo su autoestima, podrían haber salido a comerse el mundo: desde para comprar y vender en un mercado con sus especiales habilidades de trato y negociación, hasta para llevar una sala de un restaurante que se abarrota cada noche, pasando por quien iba a construir una startup tecnológica que hubiera recibido ofertas de compra por 100 millones de €.
Todos esos no se ven, pero están en la fosa del talento perdido y de las personas no realizadas.
Tienes que infligir tu valor al sistema y que él sea tu víctima. No al revés.
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