#36 - Uno no dice que va a cazar un oso
Uno baja de la montaña tras cazar dos osos sin habérselo dicho a nadie.
Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.
Francisco de Quevedo
La primera vez que sentí enfado conmigo mismo por haber dicho algo que luego no cumplí fue con unos diez años. No recuerdo la edad exacta, pero sé que estaba en el colegio, recuerdo la tienda donde estábamos y recuerdo bastante de lo que pasó como una película. Por todo ese contexto tendría que tener entre nueve y once años. Por recordarlo así de claramente sé que es fundacional para mí, marcó la decisión de que no quería que me volviera a pasar y erradiqué esa forma de funcionar.
Que yo sepa, fue una vez la que ocurrió así y ninguna más, pero estoy seguro de que habrá habido más porque ya sabemos cómo funciona la memoria endulzando cosas y también sé lo imperfecto que soy. Así que la estadística no está de mi lado.
Sea como fuere, sabiéndolo y no por olvido, no recuerdo haber actuado así desde aquella vez con diez años.
En aquella ocasión fui con mi madre a comprar a una tienda de deportes. Parece que tenía que comprarme ropa para algún deporte. Me compré unas zapatillas de deporte caras. Aún las recuerdo, su aspecto, aunque no recuerdo la marca. Estaba convencido de que eran geniales y de que me las iba a poner y a utilizar como las mejores zapatillas que hubiera tenido nunca.
Eran arriesgadas.
Eran aparatosas, con un estilo llamativo.
Por eso supongo que mi madre me miró y me preguntó si estaba seguro de que me gustaban y de que me las iba a poner. Le aseguré que sí y recuerdo la emoción del momento más que la claridad de que supiera que me las iba a poner.
Me las puse solo una vez.
Cuando vuelvo a aquel recuerdo, lo que sé es que estaba tan emocionado que lo que me hizo decir que sí fue esa sensación, no la claridad de una mente calmada que analiza, proyecta a futuro y decide de forma racional.
OK.
Tenía diez años.
Tampoco podía pedirme actuar como Sócrates, pero eso a mi me daba igual. Lo hice mal y lo sabía y con eso bastaba.
El caso es que eso fue lo que ocurrió.
Saber que había dicho que sí me los iba a poner y que luego no me los había puesto fue algo que me enfadaba tanto que jamás quise que pasara eso otra vez.
Como ya dije, que yo recuerde, nunca me ha vuelto a pasar.
Además de que pueda olvidarme de algo, he cometido errores de juicio: analicé y racionalmente proyecté que iba a pasar una cosa y no paso esa, sino otra. Eso lo puedo aceptar porque no soy perfecto y sé que voy a fallar. Hago lo mejor que puedo, con la capacidad que tengo y con la información que tengo.
No controlo todas las variables ni puedo evitar mis propias limitaciones, pero sí puedo exigirme tomar decisiones de forma racional y sin estar embargado por emociones.
Por eso lo que no puedo aceptar es no haber tomado una decisión de forma calmada y racional porque eso sí depende de mí.
Una vez aprendida aquella lección desde tan pequeño, evité ese tipo de comportamiento con mucho ahínco. Creo que demasiado, a veces. Luego, seguramente, lo haya calibrado mejor con el tiempo.
Decir que te gustan unas zapatillas de deporte, que te las compren siendo caras y luego no ponértelas era decir una cosa y no cumplirla, y eso pretendo estirarlo hasta convertirlo en que es, de alguna manera, equivalente, a decir que vas a conseguir algo antes de conseguirlo.
Conseguir ponerte las zapatillas. Sé que está un poco estirada la anécdota, pero valga para echar la pelota a rodar sobre de dónde viene que para mí sea alienígena el comportamiento por el que alguien dice que va a conseguir algo en vez de no decirlo y trabajar en conseguirlo.
No decir. Hacer.
Hay gente a la que le gusta decir lo que va a conseguir antes de conseguirlo. Entiendo que puede ser por varias razones:
Simplemente decirlo ya les genera un chute de dopamina que les hace sentir bien, tan bien incluso como si ya hubieran conseguido lo que dicen. Esto lo demuestran múltiples estudios científicos.
Cuando la gente reconoce lo magníficos que son esos objetivos que va a conseguir, se sienten bien y reciben aún más dopamina. Además, se sienten aceptados y reconocidos sin tener que pasar por lo difícil que es tener que hacer algo realmente.
Por inseguridad de que realmente puedan conseguir lo que dicen, precisamente lo dicen para animarse y sentirse mejor (les ayuda a eso la dopamina que reciben) para intentar ponerse en marcha.
Por falta de motivación (ganas de perseguir algo) pueden buscar al decirlo que eso les dé el empujón que creen que necesitan para hacerlo. Sobre la trampa de la motivación hablaremos otro día.
Sea por algo de lo anterior o por nada de lo anterior (no soy un especialista), decir que vas a conseguir algo antes de conseguirlo está mal. No es lo que quieres hacer.
Lo que quieres hacer es precisamente lo contrario: no decir que vas a conseguir algo.
Es más, si fuera viable, no deberías ni siquiera decirle a nadie tus objetivos, y menos los objetivos últimos (objetivos dentro de objetivos). No es no decir que los vas a conseguir, que es el pecado máximo, sino ni siquiera los objetivos.
Si pudiera hacerse, te recomendaría que no dijeras ni una puñetera palabra sobre eso a nadie. Pero no te lo recomiendo sólo por una simple, pero poderosa razón: muchas veces tienes que compartir tus objetivos porque los vas a perseguir con un grupo de personas, con lo cual no te queda más remedio que compartirlos para que todos los conozcan, sepan lo que persigue la misión y puedan enrolarse contigo en ella. Es justo y debe ser así.
Aun así, hay ocasiones en las que no es necesario que otras personas conozcan tus objetivos. Ahí sí te recomiendo que te los guardes para ti.
Hay mil jodidos kilómetros de distancia entre decir tus objetivos y decir que vas a conseguirlos o decir qué cosas vas a conseguir en el futuro, aunque no explicites que son tus objetivos. Estoy hablando sólo de los objetivos ahora. A veces necesitas compartirlos y otras no. Nunca necesitas ni debes decirle a nadie que vas a conseguirlos.
El truco final: comprobarás que, aunque compartas ciertos objetivos, si practicas lo que te recomiendo, verás claramente que distinguirás una categorización de objetivos intuitiva para ti que los clasificará en “externos” (los que compartes con los demás porque tienes que hacerlo) e “internos”, que son los objetivos dentro de objetivos que sólo tú sabes que quieres conseguir y que no compartes con nadie. Esos objetivos últimos pueden depender de los externos y derivarse de ellos, pero tú sabes que quieres ir dos o tres estaciones más allá en el tren y eso no lo compartes con nadie. Pueden ser también objetivos que no se derivan de los externos, pero que la arquitectura que diseñas para tu vida está planteada para perseguirlos y, si tú pones tu parte y lo que no puedes controlar se alinea, podrás conseguir. Eso sólo lo sabrás tú.
El sentido común: eres un ser humano y tienes un círculo cercano con el que compartes tu vida. Con ellos puedes y debes compartir tus objetivos para que sepan “en qué estás” en tu vida. Qué estás haciendo, hacia dónde quieres ir. Así ni eres un enigma para las personas clave de tu vida, ni generas confusión, ni vives aislado como un anacoreta que no puede compartir nada con nadie. Pero cuidado: con tu círculo cercano puedes compartir objetivos. No confundir con decir que vas a conseguir algo. Habíamos dicho que hay mil jodidos kilómetros de distancia entre una cosa y la otra.
Tú brújula siempre debe ser interna
Decir que vas a cazar un oso cuando ni has subido a la montaña está mal para ti y te hace daño por varias razones, entre ellas:
Una vez recibes la recompensa de la dopamina (el llamado neurotransmisor “de sentirse bien”) pasas instantáneamente a tener menos hambre de hacer lo que has dicho que vas a conseguir, porque ya te sientes bien. Has recibido la recompensa sin hacer nada.
Lo anterior puede atraparte en un ciclo de búsqueda de recompensa fácil, como un yonqui de la dopamina, lo que te puede hacer que aumentes este tipo de comportamiento: decir más aún lo mucho que vas a conseguir y terminar no ya haciendo poco y exigiéndote poco, sino no haciendo absolutamente nada. Sólo decir.
Ese comportamiento destruirá tu autoestima porque sabes que dices y no haces. Te sentirás mal, como es lógico, cuando se pase el chute de sentirte bien de dopamina tras la conversación con tus amigos donde te sentiste genial. Tu autoestima y saber de lo que eres capaz es lo más importante que no debes destruir. De hecho, es lo único importante. Todo lo demás en tu vida se construye y se deriva a partir de ahí.
También destruirás tu reputación, ya que te conocerán por decir y no hacer. Exactamente todo lo peor.
Si eso está mal. ¿Qué está bien?
Lo que tienes que hacer porque es lo correcto, porque te viene bien a tí y le viene bien a los demás, por extensión es:
Puedes compartir los objetivos que consideres y decir que estás persiguiéndolos. Estás en el proceso de perseguirlos.
Perseguir algo depende de ti. Conseguirlo, no. Esa es la diferencia fundamental.
Puedes contar lo que es verdad, que es que estás persiguiendo ciertos objetivos.
Debes hacer lo que depende de ti, que es perseguirlos con total intensidad.
No puedes garantizar el resultado, pero sí puedes garantizar la pelea.
¿Ves la diferencia?
Ahora acabas de darle la vuelta a la ecuación y acabas de poner el trabajo, el esfuerzo y tu exigencia sobre ti mismo en el centro. Exigencia-Centric podría ser un concepto acuñado aquí.
Ahora eres Exigencia-Centric: te exiges perseguir tus objetivos con total intensidad, sólo comunicas lo que es verdad, que los estás persiguiendo y jamás dices que los vas a conseguir porque eso no depende de ti por completo y te debilita.
Quieres mantener tu hambre para conseguirlos y para eso necesitas que la dopamina llegue siempre después del esfuerzo, nunca antes. Ese es el ciclo correcto para el que la evolución ha diseñado el ciclo de recompensa de la dopamina: te esfuerzas, sufres, te exiges y, a veces, consigues. Entonces llega la dopamina “buena”, la que reforzará que vuelvas a querer repetir ese ciclo, que es virtuoso para que te vaya bien en la vida.
El otro ciclo te destruye, este ciclo te mejora.
Tu brújula debe ser siempre interna:
Exigirte hacer lo que depende de ti
No exigirte sobre lo que está fuera de tu control, sino estar en el lado adecuado de la oportunidad para que, cuando lo que no controlas se alinee, tu estés allí y lo puedas aprovechar (no es suerte: es estar preparado cuando la oportunidad se presenta)
Decir lo que es cierto: estos son mis objetivos y estoy persiguiéndolos.
No decir lo que no es cierto: voy a conseguir esto. Eso no lo sabes. Puedes saber que puedes conseguirlo, pero no que vas a conseguirlo con total certeza, así que no es cierto. Como lo que te guía es lo que tú sabes que es correcto, entonces si no es cierto no lo dices. No hace falta más. Pero si quieres añadirle un plus: recuerda que esto te lleva al ciclo vicioso de recompensa de dopamina y te destruye.
Te importa lo que tú te marcas como objetivos y lo que tú te exiges para perseguirlos, que debe ser todo lo mejor que puedas dar.
No te importa lo que otros opinen de lo que estás haciendo o cómo reconocen e incluso admiran a otros por lo que dicen que van a hacer o por lo que hacen. Si eso te importara serías un pelele, una marioneta de los demás y te moverías según sus deseos. Entonces serías un esclavo y no serías libre. No quieres ser un esclavo, quieres ser libre para perseguir la vida que quieres.
Es importante lo que pienses sobre ti mismo.
De hecho es lo más importante.
De hecho es lo único importante.
Te construyes y te mejoras como persona con tus actos.
Tus actos dependen de lo que piensas.
Por eso lo único importante es lo que pienses de ti y lo que hagas.
Lo que dices es cómo comunicas al mundo eso y también tiene que estar alineado con pensar y hacer, como te conté cuando te dije que actúes de forma fractal.
Por todo esto:
Tienes que saber de ti que no dices algo (ni lo mencionas) hasta que lo has hecho.
Tienes que saber de ti que eres quien hace las cosas. Solo después te permites y te autorizas a decir algo sobre ellas.
Verás que cuando llegues a esa forma de hacer las cosas, si haces diez cosas hablarás sólo de una de ellas porque no buscas venderle eso a nadie. No vives de la dopamina que te da contarlo y de esclavizarte a la opinión positiva de los demás, con lo que contarás lo que tenga sentido en un contexto determinado de tu vida:
Te ayuda en una situación concreta y es justo que pongas en valor lo que has hecho porque es verdad
Quieres compartirlo porque crees que puede ayudar a alguien
Etc.
Fuera de esos contextos, no importa que nadie sepa nada de lo que has hecho y, si hoy eres de los que venden la piel del oso antes de cazarlo y cuenta lo que va a conseguir antes de hacerlo, pasarás al otro lado del muro: no sólo permitiéndote contar sólo lo que realmente has conseguido y centrándote en perseguir tus objetivos, que es lo que depende de ti, sino que cuando lleves tiempo haciendo eso y tu brújula sea interna, te parece irrelevante contarle nada a nadie porque, literalmente, te importa un carajo que lo sepan o no.
Quien lo tiene que saber ya lo sabe, que eres tú, por eso, precisamente, no necesitas contarlo.
Tu peor pesadilla debe ser decir y no hacer
Siendo el principio de todas las cosas lo que tú opinas de ti mismo y lo que te exiges hacer, si dices y no haces: tú sabes que has dicho y no has hecho. Esa debe ser tu peor pesadilla.
No porque los demás lo sepan, sino porque lo sabes tú.
Puede pasar incluso que alguien pueda creer que has dicho algo y no lo has hecho, pero no ser cierto. Eso te tiene que dar igual.
Así que no es porque otros puedan señalarte y decir que has dicho, pero no has hecho. No, eso puede afectar a tu reputación y es algo que debes cuidar, desde luego.
Lo que ocurre es que la reputación llega sola si sigues la regla de que no puedes decir algo y no hacerlo por ti, no por los demás.
Tú eres el último y más severo juez de ti mismo. Con diferencia.
Si logras cumplir contigo, entonces es obvio que vas a cumplir con los demás porque te exiges mucho más que los demás te pueden exigir y es de ahí de donde nace la reputación.
Preocúpate de cumplir contigo y tu reputación vendrá sola, no tendrás que preocuparte por construirla porque habrás construido algo mucho más potente: a ti mismo.
Hay cosas en la vida que vas descubriendo, creado y desarrollando con el tiempo, la reflexión y la experiencia.
En este caso, recuerdo haber dicho:
Uno no caza un oso. Uno baja de la montaña tras cazar dos osos sin habérselo dicho a nadie.
Hace muchos, muchos años. Desde que era adolescente.
Lo que te recomiendo hoy no es algo que haya descubierto a lo largo de mi vida, sino que es tan intuitivo y es tan antigua esa forma de actuar para mi como puedo recordar. Con el tiempo, eso sí, he sido consciente de que estaba actuando así, de que este era un principio clave para mi y fui reforzándolo, haciéndolo más radical aún. Una vez que lo afloré a la capa racional y me pareció correcto.
No tenía ni idea de lo que era la dopamina ni nada parecido durante las décadas que he funcionado así. Apenas sé hoy lo que es la dopamina. Así que no creas que esto sale por haber leído dos artículos de neurociencia. Lo que cuento es lo que creo que puede ser útil para otros porque lo ha sido para mi y lo que creo que es correcto. Si la ciencia lo apuntala, entonces te la enlazo porque tienes no sólo mi recomendación, que puedes coger o descartar, sino también tienes algo adicional.
Uno no dice que va a cazar un oso. Uno baja de la montaña con dos osos sin habérselo dicho a nadie.
Después de eso, puede que alguien más tenga que saberlo o puede que no.
El que lo tiene que saber ya lo sabe, que eres tú.