Talent, I believe, is most likely to be found among nonconformists, dissenters, and rebels.
David Ogilvy
Puede ser que a lo largo de la historia hayas aceptado sistemas, reglas y jerarquías con una mezcla de resignación y conformismo. Te puedes haber dicho que “así son las cosas”, pero rara vez hayas cuestionado si deben serlo. En la maraña de normas y poderes, dos conceptos destacan: la autoridad y la potestad.
La autoridad es el respeto ganado por la sabiduría reconocida.
La potestad es el poder concedido por la valía reconocida para ejercerlo.
Confundirlos, como individuo o sociedad, te condena a errores que pueden llevarte a la servidumbre como situación inevitable, cuando realmente es innecesaria.
Para evitar eso debes ser un rebelde inteligente.
La rebeldía inteligente es la capacidad de cuestionar con precisión, no de romperlo todo.
¿Autoridad o potestad? El eterno malentendido
La autoridad es el respeto que alguien inspira gracias a su saber, integridad o capacidad. Es esa profesora que deja huella porque conecta con sus alumnos, el profesional que habla claro en momentos críticos o el artesano cuya maestría habla por sí sola.
La autoridad no necesita imponerse: son los demás quienes la reconocen.
La potestad es el poder otorgado por una estructura: un título, un contrato, una jerarquía. Es el jefe que puede despedirte, el político que aprueba leyes o el policía que hace cumplir normas. La potestad no depende del respeto, pero sí exige obediencia.
El problema surge cuando confundes ambos conceptos. Un jefe puede tener potestad para despedirte, pero carecer de autoridad si no sabe liderar. Como te ya te conté en otro artículo, puedes ser jefe sin ser líder, y el liderazgo real no se impone, se gana.
¿Qué sucede cuando confundes estos términos?
Aceptas potestad sin cuestionarla. Piensas que quien manda siempre tiene razón, aunque su mandato sea inútil o perjudicial.
Ignoras la autoridad verdadera. Te vuelves sordo a quienes, sin títulos ni cargos, tienen el conocimiento o la ética para guiarte mejor.
Te haces vulnerable. Si sigues ciegamente la potestad, dejas que decisiones externas definan tu vida, incluso cuando sabes que no son correctas.
Pregúntate siempre quién merece tu respeto y por qué. Es a ese a quien le reconoces como una autoridad en determinada cuestión.
La potestad puede obligarte a actuar, pero nunca debería definir tus valores ni tu criterio.
El rebelde inteligente: cuestiona sin quemarlo todo. Cuestiona con precisión.
Cuestionar el status quo no es vandalismo ni anarquía. La rebeldía inteligente no destruye sin pensar: evalúa, diseña y actúa haciendo un análisis coste-beneficio.
En mi adolescencia y juventud ya tenía prístinamente clara la intuición de lo injusto que era que alguien con potestad actuara como autoridad. Siempre consideré que una posición de potestad no confería autoridad, sino que la autoridad la reconocen las personas voluntariamente y, si yo no la reconocía, no eras una autoridad para mí, por mucho que fueras un rol con potestad.
Esto me llevó a no pocas confrontaciones con figuras con potestad en mi entorno, como maestros primero y profesores después, por ejemplo. Jamás acepté eso y siempre cuestioné, a veces llegando a acuerdos, a veces yendo a la guerra termonuclear.
El impulso ante una intuición correcta es propio del joven temprano, del adolescente. Con la madurez debe llegar la estrategia para sustituir al impulso. El principio se mantenía, la noción era sólida. La acción a realizar tras analizar una situación injusta autoritas-potestas, cambiaba para mejor. Mejor resultado, mejor uso de la energía. El rango sigue abierto: la conversación suave cuando toca. El martillo de Thor cuando toca, pero desde el razonamiento ponderado, no desde el impulso.
¿Cómo puedes practicar la rebeldía inteligente?
Distingue entre autoridad y potestad. Cuestiona si quien dicta las reglas tiene realmente algo valioso que ofrecer y se gana que lo reconozcas como autoridad o si es un rol de poder sin más.
Si cuestionas y llegas a la conclusión de que no es una autoridad que vas a reconocer: calcula las consecuencias de rebelarte. Si vas a hacerlo, entiende el coste posible, el beneficio posible y el reparto de probabilidades entre ellos. Después haz las paces con la decisión que tomes y ponla en marcha. Como mencioné en “¿Qué son las reglas?”, todo acto de rebeldía debe pasar por un análisis coste-beneficio: cada acción tiene un precio y una ganancia.
Actúa estratégicamente. Rebelarte puede significar tres cosas:
Cumplir la norma solo en lo que consideras justo.
Romperla y asumir las consecuencias.
Crear tu propia regla y redefinir el juego.
Como rebelde inteligente evalúa, decide, actúa y asume costes y beneficios que se deriven de tu acción. No siempre es cómodo, pero es necesario para que construyas una posición sólida desde la que no seas manipulable ni dependiente.
El arte de elegir las batallas
No puedes pelear contra todo. Ni tampoco ignorarlo todo. La clave está en priorizar.
¿Qué o quién te afecta directamente? No malgastes energía enfrentándote a sistemas gigantescos si puedes empezar cambiando tu entorno inmediato.
¿Qué resultado buscas? La rebeldía no es un fin en sí mismo. Si vas a cuestionar algo, ten claro qué deseas construir en su lugar.
¿Cuándo actuar? Hay momentos donde lo más inteligente es no hacer nada y otros donde la confrontación abierta es necesaria. Aprende a leer el contexto, actúa con lógica y se paciente, pero mantén la intensidad para cuando sea el momento. Lo que no puedes hacer hoy porque no es el momento lo podrás hacer mañana y funcionará.
No todas las batallas merecen pelearse, pero hay que pelear las que lo merecen.
La esclavitud mental: el verdadero enemigo
El verdadera peligro de la potestad sin autoridad no está en que te obligue a hacer, sino en que te haga creer. Si te convence de que ciertas reglas son inevitables, de que ciertas personas tienen razón porque tienen la posición de potestad o que ciertas metas son las únicas válidas, entonces serás un esclavo mental. No puedes rebelarte y construir una situación alternativa para tu vida porque no puedes ni cuestionarte que el que tiene potestad no necesariamente es una autoridad. Lo segundo tienes que reconocérselo tú.
Fíjate en la falsa regla de la experiencia laboral: muchos jóvenes creen que el mercado les debe una oportunidad, pero como expliqué en “Nadie te debe nada. Hazlo tú.”, el mundo no funciona así. La experiencia no se regala, se construye o se consigue.
¿Qué implica la esclavitud mental?
Aceptación ciega: sigues reglas sociales, laborales o personales solo porque otros lo hacen.
Falta de acción: te convences de que no hay nada que puedas hacer para cambiar tu situación.
Autolimitación: dejas de imaginar alternativas, creyendo que lo que existe es lo único posible.
El rebelde inteligente no termina con un simple “no acepto esto”. Ese es solo el primer paso. El siguiente es construir alternativas, lo que requiere creatividad, estrategia y determinación.
Crea tus propias oportunidades: la pasividad rara vez tiene recompensa. Tienes que diseñar caminos para ti, incluso cuando las estructuras existentes no te los ofrezcan.
Redefine el juego. Define cómo quieres medir tu valor. No te interesan métricas esclavizantes de status. Las métricas que te interesan están relacionadas con el valor, con el mundo real, con los resultados sobre tu vida.
No te interesan las métricas de parecer, sino las métricas de ser.
El rebelde inteligente: ejercicios prácticos
No basta con leer. Hay que hacer:
Mapa de autoridades y potestades: haz una lista de las personas que admiras o a las que valoras. A esas las reconoces como autoridades. Haz otra lista de quienes tienen poder sobre ti y analiza si realmente merecen tu respeto.
Cuestiona que pasaría si no cumples con lo que manda alguien con poder sobre ti, pero que no reconoces como una autoridad. Pondera si tiene sentido no hacer caso. ¿Compensa intentar cambiar tu situación? Entonces hazlo.
Cuestiona una regla que sea tan vieja como andar para adelante y que sigues de forma automática, pero que a ti no te encaja. Pondera si tiene sentido modificarla, no seguirla o plantear otra que la sustituya ¿Compensa intentar cambiar tu situación? Entonces hazlo.
Redefine un objetivo: elige un objetivo que alguien impuso en tu vida y pregúntate si realmente te interesa o no. ¿Compensa intentar cambiar tu situación? Entonces hazlo. Ya sabes lo que puedes hacer.
En la vida lo importante no es saber cómo mejorar en el juego que estás jugando, sino saber a qué juego debes jugar.
El rebelde inteligente concede la autoridad cuando reconoce el mérito, acepta la potestad cuando reconoce la valía y se rebela con precisión cuando se le imponen autoridades o potestades que no considera justas.
Cuestionar el status quo no es un lujo, es una necesidad si quieres construir tu vida en vez de que otro te la imponga.
La rebeldía inteligente no se basa en aspavientos, sino en razonar y hacerte preguntas.
¿A qué o quién le estás dando tu obediencia y por qué?
¿Podría y debería ser de otra manera?
Tu respuesta definirá como vivirás tu vida.