El Emprendedor, el Ejecutivo y el Status Quoista - Parte 3
Este artículo es parte de la serie El emprendedor, el Ejecutivo y el Status Quoista, que, a partir de la película El corredor del laberinto, analiza tres tipos de mentalidades arquetípicas que verás en el mundo profesional y en la vida en general.
El primer artículo de la serie trata sobre el inicio de la película y sobre el rol del Ejecutivo. Puedes leerlo aquí.
El segundo artículo de la serie trata sobre el desarrollo de la película y sobre el rol del Emprendedor. Puede leerlo aquí.
Gally: el Status Quoista
Gally es un personaje que recibe a Thomas de la peor manera cuando llega aturdido al claro donde viven todos. En su peor momento, cuando más aturdido está, lo trata con desprecio y se lo pone todo lo difícil que puede. Gally, además, vive para cumplir reglas, eso es lo que lo define y lo que da sentido a su vida: alguien inventó las reglas, él no tiene capacidad para reflexionar sobre ellas (si son adecuadas o no) y mucho menos para cuestionarlas.
Es más, lo que quiere es que haya reglas (casi da igual cuáles sean) para saber qué tiene que hacer y qué tienen que hacer los demás, que es lo que le hace sentir seguro: hay un orden y se sigue. Que sea malo o bueno es secundario. Gally no piensa sobre eso. Gally solo quiere que se cumpla lo establecido y siente como una amenaza cualquier cosa que cuestione lo establecido.
Si alguien cuestiona algo, no inicia un diálogo socrático.
Si alguien cuestiona algo, lo ataca.
Gally es el status quoista.
Gally es el opositor a todo lo nuevo y a todos los nuevos, a quienes se toma como amenazas personales y exoticidades que aparecen en su ordenado mundo de vez en cuando, alterando el orden. La película representa muy bien a este personaje porque su resistencia a todo lo que no sea cumplir a rajatabla todas las normas, su desprecio a todo lo nuevo y a todos los nuevos queda resaltado en el hecho de que Gally es el personaje más fuerte físicamente de todo el grupo, lo que le permite dominar y obligar por la fuerza al que se plantee siquiera preguntar por qué una raya está puesta en el suelo.
Todo en Gally es tóxico, desde las novatadas que hace pagar a Thomas cuando llega (posiblemente porque eso sube su autoestima, que en el fondo es débil por lo difícil que le resulta entender el mundo que le rodea y su falta de capacidad para ser un agente activo, en vez de pasivo) hasta cómo enfoca un juego de lucha en el que, lejos de plantear la situación con la camaradería del deporte, en el que se compite y se intenta mejorar el uno al otro (aunque el uno acabe con el otro y su cara en el suelo) lo plantea como una ocasión para humillar y demostrar su infranqueable dominio físico.
Metáfora (como los propios muros que cercan el claro donde viven) de su resolución de imponer las normas, por absurdas que sean, a todo y a todos.
Gally representa a una gran parte de la sociedad que se puede encontrar en cualquier grupo humano y que se opone a todo. Algunos lo llaman el rol opositor. Le gusta que nada cambie, que todo siga igual. No se suele plantear si lo que existe es bueno o malo, conveniente o mejorable. Simplemente existe y con eso basta. Se siente seguro sólo con que exista un orden, unas reglas por las que vivir y una rutina que cumplir. Cualquier cosa que plantee alterar eso es un agente del cambio y, por tanto, una amenaza a boicotear.
Son la expresión pura de la destrucción de valor: no crean nada nuevo (Emprendedor), tampoco ejecutan e intentar mejorar incrementalmente lo que existe (Ejecutivo), sino que lo bloquean todo y aportan lo justo para cumplir con el papel que tengan asignado. Lo curioso de este enfoque es que quienes lo exhiben no se dan cuenta de que si fuera por gente como ellos, nunca se habría hecho nada en ningún sitio. Nunca se habría avanzado. Pero este tipo de reflexiones no interesan al Status Quoista. Si se cuestionara estas cosas no sería un Status Quoista.
El enfoque equivocado de Gally llega al paroxismo cuando, una vez que es evidente que Thomas, el Emprendedor, ha hecho claros progresos con su manera diferente (innovadora) de resolver el problema de salir del laberinto, corriendo un riesgo mucho mayor que lo que los demás estaban dispuestos a correr y, poco a poco, la mayoría le ha ido siguiendo porque entienden que su planteamiento les puede llevar a la salida de su esclavitud, Gally no sólo no se une, sino que hace algo peor.
Cuando Gally constata que toda la curva de adopción de la innovación de Everett Rogers ha seguido su curso (sumando al plan de Thomas a los Early adopters, Early Majority, Late Majority e incluso Laggards, por convencimiento de que es la mejor opción y cada grupo apoyado en la confianza que le otorga que el grupo anterior confíe en el Emprendedor), lo que hace Gally es no solo no aceptar la situación y quedarse en el claro junto a los que nunca adoptan lo nuevo.
No.
Gally se propone impedir a todos que puedan seguir a Thomas en el intento definitivo de salir del laberinto. No solo le molesta que haya ocurrido semejante cambio de rumbo, sino que si el barco se va a hundir, se tienen que hundir todos con él y no va a dejar que nadie tenga la libertad de elegir otra opción. Las reglas han sido cambiadas y eso para Gally es incorrecto, sin más, así que no va a dejar que nadie pueda elegir otra cosa.
Lo interesante es que este arquetipo de personaje y persona ni siquiera evalúa racionalmente los méritos del nuevo sistema sino que le basta con el disgusto que siente a nivel emocional: le molesta que existan otras opciones. Le molesta que alguien plantee algo nuevo y que lo intente llevar a cabo. Es una cuestión visceral. Y lo visceral es muchas veces más fuerte que lo racional, para nuestra desgracia como Homo sapiens sapiens.
Esto lo hemos visto todos en algún momento, en algún grupo. Ni voy a intentar salir del laberinto y jugarme la vida con ustedes, ni ustedes van a hacerlo tampoco porque yo voy a impedírselo.
Si no es el orden que me daba confort, elijo muerte.
Pues muerte se ha dicho.
Gally se enfrenta a todos los que quieren correr el riesgo con Thomas y explorar la posibilidad de salvarse frente a una esclavitud indefinida segura, pero esta vez ya hay demasiados que se han pasado al bando del Emprendedor y Gally no puede con ellos, quedándose en el claro con algunos otros que opinan como él, pero que no son tan agresivos como para impedir a los demás hacer lo que han decidido.
Pero Gally no podía acabar así, asumiendo la alteración del Status Quo sin más, el personaje es demasiado arquetípico en la película como para eso: cuando Thomas y los demás han avanzado hasta un nuevo lugar que les sitúa a pocos metros de la salida aparece de nuevo Gally, el status Quoista zombie obsesionado, y está dispuesto literalmente a matar a Thomas.
La frustración del espectador con un destructor de valor tan malvado como Gally es notable ya en este punto de clímax de la película. Gally no logra matar a Thomas, pero sí mata a otro personaje del grupo, el más tierno, al que más había que proteger, en una fantástica parábola de cómo el Status Quoista destruye, y destruye principalmente a quienes menos capacidad tienen para defenderse de su oposición.
La mentalidad del Emprendedor, el Ejecutivo y el Status Quoista
El corredor del laberinto es un producto cinematográfico acertado (incluso muy acertado) en mi estimación, para el grupo de edad al que va dirigido (adolescentes y jóvenes) y nos presenta unos personajes tan arquetípicos que nos lo pone fácil para extraer una metáfora de roles profesionales de ella.
Pero esto no es del todo justo, ya que más que roles profesionales, el Emprendedor, el Ejecutivo y el Status Quoista son mentalidades. Cualquier persona puede tener una mentalidad de Emprendedor, de Ejecutivo y de Status Quoista y esa persona puede estar ocupando en este momento (o durante toda su vida) un rol que no coincide con esa mentalidad por motivos que son multivariables. La vida es compleja.
Aunque es cierto que las mentalidades hacen gravitar a las personas hacia el tipo de roles donde encajan mejor, esto no siempre se cumple y tenemos desfases entre mentalidades y roles clarísimos, para bien y para mal. Esos desfases empantanan situaciones y destruyen valor muchas veces y otras veces son aire fresco que permiten que las cosas funcionen y se cree valor donde estaba diseñado que no se podría hacer.
Todos conocemos a personas con un rol profesional muy tasado en el que no se espera nada nuevo de él, sino cumplir protocolos y, sin embargo, aportan siempre más, son más originales y vienen con propuestas nuevas que mejoran su entorno una y otra vez. Es simplemente su forma de ser. Tienen una mentalidad emprendedora.
También conocemos a ejecutivos con mentalidad emprendedora que logran equilibrar su obligación de ejecutar y conseguir resultados minimizando riesgos con crear cosas nuevas y adoptando más riesgo en determinadas iniciativas. Lo contrario también es cierto: conocemos ejecutivos que son status quoistas que se oponen a todo y que han llegado a su puesto por motivos políticos o insondables, pero boicotean hasta su propia ejecución, que acaba recayendo sobre su equipo.
Y también conocemos emprendedores status quoistas que van en busca de seguridad, que quieren que el riesgo lo corran todos los que él cree que deben ayudarle, menos él.
Ser emprendedor con el riesgo del otro.
Así, premio tras premio, incubadora tras incubadora, subvención tras subvención, sin querer poner nunca su propia carne en el asador, trasladándole a otros siempre el riesgo que tendría que correr él personalmente, avanzan en una fantasía emprendedora de pladur, de falso techo, no real. El ecosistema también les permite existir porque hay otros que necesitan que ellos existan para poder mostrar algunos números como falsos resultados.
Con todo esto quiero decir dos cosas: el Emprendedor, el Ejecutivo y el Status Quoista son mentalidades, formas de enfocar la vida, más que roles formales. A veces nos encontramos a gente que tiene una mentalidad en un rol que no casa con él. No pasa nada, la vida es demasiado compleja como para opinar sobre eso en términos de bien y mal. Esto, a veces es una ventaja inesperada que ayuda a todos donde no debería y a veces es un problema que afecta a todos donde no debería.
Por otro lado, ya sabes qué caracteriza, grosso modo, a cada mentalidad, con lo cual, mi consejo es que, si no sabes ya qué tipo de mentalidad se parece más a la tuya (aquí no hay blanco y negro, sino más cerca o más lejos de un tipo de mentalidad), te invito a que hagas tu reflexión (esto es un ejercicio teórico) y explores (esto es un ejercicio práctico en el que pruebas para aprender y validar lo que creías) para intentar aclarar cuál es tu tipo de mentalidad.
Cuando lo tengas claro, entonces intenta alinear lo que hagas en la vida con tu tipo de mentalidad y así estarás en la dirección adecuada para ti. Si te pones en dirección contraria a lo que eres, podrás hacerlo, podrás ir en ese tren, sin duda, pero va a ser difícil que disfrutes del trayecto, de las vistas y de la gente que vas a conocer, de las que suben y bajan del tren. Va a ser difícil que disfrutes del destino tampoco, aunque recuerda que la mayor parte del viaje es el trayecto, no el destino, así que lo importante es poder disfrutar el trayecto sabiendo que estás yendo al destino adecuado para ti.