#54 - El rebelde inteligente - Parte 2: ¿Algo de lo que has hecho ha mejorado tu vida?
Te valorarán por lo mismo que quisieron corregirte.
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Esta semana te recomiendo estos artículos para que te pongas al día o para que los refresques:
Codes and manuals create patterned behavior. All patterned behavior tends to go unquestioned, gathering destructive momentum.
Dune
Desde joven, en la universidad, uso una máxima. Me ayuda a saber si algo que creo que funciona lo hace cuando choca con la realidad.
¿Algo de lo que has hecho ha mejorado tu situación?
American History X es la película de donde proviene esa pregunta. La vi en un aula de cine de la universidad. Es un peliculón.
Esa frase me impactó. Marca un punto de inflexión en la película. Encierra una pregunta con una verdad radical: "Puedes contarme lo que quieras, pero, ¿te ha servido de algo?" Porque:
Las únicas cosas que valen son las que funcionan para mejorar tu vida.
Desde entonces, la he usado tanto que se volvió un automatismo para juzgar la validez de ciertas cosas.
Teniendo esto en cuenta, déjame contarte esta historia en tres actos.
Acto I
Un estudiante de 18 años llega con su coche a su universidad para ir a clase una mañana de hace muchos, muchos años. Un vigilante de seguridad, un segurita, lo para en la rampa de acceso de una sección del parking.
- Segurita: No puedes entrar.
- Estudiante: ¿Por qué?
- S: Hay una norma que impide subir.
- E: ¿Cuál es esa norma?
El segurita empieza a perder la paciencia.
- S: Es una norma que existe en la universidad.
- E: ¿Cómo voy a hacer caso de una norma que no conozco ni puedes explicarme?
El segurita adopta una pose más dominante.
- S: No puedes subir porque te lo digo yo.
- E: Ya, pero entiende que lo que tú digas no importa. Si me dijeras que me bajara los pantalones, no lo haría.
- S: No puedes subir. Y punto.
El estudiante mira fijamente a los ojos del segurita.
- E: Hey, mírame. Mírame.
Tras una pausa para que las miradas se enganchen sin posibilidad de equívoco de que es un reto, añade:
- E: Mírame ahora...
El estudiante comienza a subir con su coche por la rampa que estaba prohibida por el segurita. El segurita empieza a correr detrás del coche. Al aparcar el coche el estudiante se fija en que el segurita está visiblemente cabreado. Físicamente controlándose por milímetros.
- S: ¡En qué facultad estudias!
Era una pregunta con tono de orden.
- E: Averígualo tú. Ese es tu trabajo: proteger a los alumnos de la universidad. Así que ponte a trabajar.
El estudiante empieza a caminar a clase con el segurita pegado a los talones y con los ojos inyectados en sangre. Para ese momento ya se ha congregado un pequeño grupito alrededor del estudiante: sus amigos habituales de clase. Le preguntan con aire de diversión qué hace el segurita tras él caminando airado.
- E: Es mi guardaespaldas.
Los amigos están disfrutando de la situación que están teniendo el placer de vivir. A todo el mundo le gusta presenciar esas cosas. No les gusta tanto ser su protagonista. A todo el mundo le gusta disfrutar del riesgo del otro. Unos pasillos y escaleras después, el estudiante entra en su clase y se sienta con otras 140 personas. 15 minutos mas tarde una secretaria del decano de su facultad abre la puerta y llama en voz alta:
- Secretaria amargada: "¿José Fortes?".
- E: Soy yo, respondo.
- Secretaria amargada: "Venga conmigo por favor, el decano quiere verle".
Unos pasillos y escaleras después, llego al despacho del decano y me siento en frente de él, que me esperaba en su mesa.
- Decano: Me he enterado de que no has hecho caso al vigilante de seguridad y que has aparcado arriba.
- José Fortes: Así es.
- Decano: ¿Por qué?
- José Fortes: El segurita no fue capaz de decirme qué norma es la que impide a un estudiante que paga su matrícula poder acceder a determinada zona del parking. La norma bien podría no existir. No puedo cumplir lo que no me explican o ni si quiera existe.
- Decano: Bueno. Esa es una norma que hay en la universidad.
- José Fortes: ¿Cómo se llama? ¿Dónde puedo consultarla?
- Decano: No, eso no lo sé. Esa es una norma que está por encima de mi.
- José Fortes: Si usted no la conoce, no pretenderá que la conozca yo. Si está por encima de usted, que es el decano, es raro.
El decano deja la lógica a un lado al constatar que le ha proporcionado menos resultado del que hubiera deseado.
- Decano: Bueno, aún así, yo considero que esa no es la mejor forma de protestar.
El decano ha pasado del mérito del argumento a la potestad. A mandar.
- José Fortes: Esa es su opinión.
- Decano: Bueno, es la opinión del decano.
El decano quiere asegurarse de que pondero su posición de potestad con precisión. Quiere asegurarse de que no se me está escapando su posición de poder sobre mi. Hace ya un rato que no estamos hablando de argumentos, sino de quién manda.
Estamos hablando en su despacho con la puerta abierta y están fregando el pasillo que está justo detrás.
- José Fortes: La opinión del decano vale lo mismo para mi que cualquier otra, como la de la persona que está fregando el pasillo ahí afuera.
El decano hace algunos ruidos y aspavientos que podrían interpretarse como un: "¡esto es intolerable!". Tras varios segundos de actuación de actor del método, vuelve a la conversación:
- Decano: De acuerdo, puedes irte a clase.
La potestad sin argumentos no es autoridad, es solo ruido con galones.
Acto II
Más de 25 años después, me llaman y contratan a mi consultora para ayudar al actual equipo rector de la misma universidad. Quieren hacerla más emprendedora e innovadora. El rector y su equipo son gente con la que me entiendo. Quieren hacer un cambio y siempre han valorado el emprendimiento, no solo ahora que gobiernan. Por suerte, ellos me valoran a mí y a mi empresa para aportar en ese cambio.
Un día, por coincidencia de donde estábamos, alguien del equipo rector me lleva y me enseña una sala que normalmente vive cerrada: la sala de rectores. De sus paredes cuelgan los retratos de decenas de rectores de una universidad que tiene siglos de existencia. Es una sala noble dentro de la institución y poca gente sabe que existe. Menos gente ha entrado en ella. A mí me la enseñan con cariño y con el mismo cariño la observo y la valoro. Me gustan las instituciones con solera, con historia.
La solera indica, generalmente, que algo ha sido relevante y útil durante mucho tiempo o el darwinismo lo habría eliminado. La solera también indica que puede tener que adaptarse a los tiempos o esperar a la próxima extinción. Precisamente por eso estamos allí. Este equipo rector sabe que debe adaptar la institución e inyectar ADN emprendedor e innovador para sobrevivir en el presente y el futuro.
Si no incomodas al sistema, probablemente seas parte de él.
Al asomarme por uno de sus ventanales, veo la misma rampa del parking en la que hace más de 25 años el segurita intentó imponerme por la fuerza que no subiera a aparcar. Recuerdo también cómo un decano intentó afeármelo, conseguir que aceptara que estaba equivocado y cediera.
Pero se equivocaban ellos. La realidad es que el segurita guardaba los sitios del parking para los profesores. Algunos de ellos no llegaban a las 8:00 a.m. a la universidad, como los alumnos. Así, cuando llegaran cómodamente a las 9:00, o a las 11:00, encontrarían plazas de parking libres. Nada más lógico (en su lógica) que los que tuvieran el parking reservado sean los que cobraban de la universidad, no los que la pagaban.
Yo sabía eso desde el principio. Ellos también. Pero también sabían que no podían decirme lo que estaba detrás de esa misteriosa norma. No es defendible que los alumnos que pagan su universidad no puedan utilizar su parking y los profesores que son pagados por los impuestos y los alumnos sí. Por eso nunca me contaron cuál era la norma: porque no existía. Lo que sí existía era un privilegio que se asentaba en que nadie se rebelaba contra él.
Un privilegio disfrazado de norma es la mentira de quien quiere dominarte.
Bien. En su día, estoy seguro de que la mayoría no habría estado de acuerdo conmigo. Me negué a aceptar esa arbitrariedad y decidí combatirla, asumiendo las consecuencias. Decidí rebelarme. Lo que no sé es si fue una rebeldía inteligente a la luz del análisis riesgo-beneficio. En aquella época, no tendría una consciencia clara de todo. No habría jugado 2 ó 3 partidas de ajedrez por delante para tener claro el mapa de riesgos, costes y recompensas. Lo que sí sabía con total claridad era que el decano era el jefe de la facultad, que me había saltado una norma de forma expresa y que podría expulsarme. Con eso ya sabía lo suficiente para esa edad.
Así actué y estuvo bien, porque:
Si los buenos no se oponen al mal, ¿cómo mejora el mundo?
Yo era el bueno, miembro de la alianza rebelde, y estaba rebelándome contra el Imperio Galáctico. Eso pensaría yo. También podría ser un inmaduro y un tonto del culo. Pero es lo propio de esa edad, y está bien que sea así. Gracias a ciertos jóvenes también se hacen cosas arriesgadas que, sin ellos, no se harían nunca.
Un grupo de cuarentones con mucho que perder rara vez va a actuar como un grupo de veinteañeros sin nada que perder. El reto para los más viejos es seguir manteniendo la capacidad de retar y rebelarse, utilizando la sabiduría y ponderación que han ganado con los años. Pero no deben confundir perder su fuego y ceder ante lo injusto con hacer un buen análisis de riesgos, costes y beneficios. Deben elegir qué batallas vale la pena luchar y cómo hacerlo.
Acto III
[Exterior. Día. Paneo de cámara de derecha a izquierda. Encontramos a nuestro protagonista sentado en un banco de un parque de forma relajada. El entorno indica que tras aquella batalla le ha ido bien.]
Apliquemos la máxima para juzgar si algo ha funcionado o no. Pasemos de la filosofía a la realidad. En su día, mi comportamiento fue tachado de incorrecto y rebelde; intentaron intimidarme con el poder y corregirme.
Expongámonos a la máxima:
¿Algo de lo que has hecho ha mejorado tu vida?
Sí.
Dejemos a un lado todo el resto de mi vida, en donde es, claramente, sí. No podría haber hecho nada de lo que he hecho si no hubiera tenido esa mentalidad. Pero en este caso tenemos un ejemplo mejor para comparar y aplicar la máxima: tenemos los mismos metros cuadrados que piso hoy y pisé hace 25 años.
Aquí estoy hoy, mirando por el ventanal de la sala noble porque me lo enseñan con cariño. Y lo aprecio. No me lo enseña el equipo del decano, sino el del rector. Para los no familiarizados con la jerga universitaria, un decano es el jefe de una facultad, de una carrera. El rector es el jefe de una universidad entera.
Que te lleven a esa sala tiene sólo el valor del cariño con el que lo hace quien te lleva y el valor histórico intrínseco. No tiene ningún otro valor, ni yo se lo doy. Algunos pensarían que sí, porque piensan en términos de status. Pero:
El status es una ficción mediante la que un hombre libre decide esclavizarse voluntariamente a la opinión de los demás.
La realidad es que no significa ni puede significar nada más allá del valor humano e histórico/estético que ya mencioné.
El problema es que yo sé que no tiene valor. Pero, muchos alumnos "aplicados" que estudiaron conmigo lo valorarían de otra manera. Seguramente la apabullante mayoría, conformada por quienes se plegaron a las líneas rígidas que les impusieron sin desviarse un milímetro para agradar, cumplir, aprobar y no generar fricciones con quienes controlaban el sistema de credenciales que ellos querían conseguir en forma de título universitario, sí consideren que tenga un valor como status. Lo irónico es que, posiblemente, ninguno de ellos, que estudiaron conmigo hayan entrado a esa sala guiados por el equipo rector. Lo irónico es que muchos de ellos tardarían 10 segundos al salir de la sala y construir su ficción de status en LinkedIn, el Instagram profesional:
- "Visitando la sala de rectores de la universidad y bla, bla, bla."
Tal vez consiguiera muchos likes dados por otra gente que también cree que eso significa algo porque tiene algún status asociado. Ese contacto que tienes en Whatsapp con una foto dándole la mano al Rey, por ejemplo. Seguro que ese le da un like.
Una de mis peores decepciones es ver cómo la gente reacciona 10 veces más a un short mío con micrófonos delante porque me están entrevistando en prensa que ante algo que comparto porque creo que puede ser útil. Podría no ser útil, cierto, y por eso reaccionan 10 veces menos. Pero también podrían ni haber visto el short, sino sólo los 2 primeros segundos con micrófonos delante y lanzarse a reconocer mi indiscutible status. Al fin y al cabo a mí me entrevistan y a ellos no. Debo ser alguien. Ellos intentarán ser alguien, en su ficción, asociándose a mi status de ficción.
Tu éxito no necesita likes. Lo mides en libertad.
Muchos de los que siguieron al pie de la letra todo y no levantaron ni una ceja ante ninguna arbitrariedad con tal de prosperar en el entorno universitario, no están hoy en la posición de que nadie les contrate para mejorar la institución. Nadie identifica que tengan algo valioso que aportar para hacer la universidad más emprendedora e innovadora.
¿A quién van a llamar? ¿A los que nunca han emprendido ni innovado? ¿A los que siguieron siempre todas las reglas que les pusieron delante?
La cuestión es tan perversa para los que decidieron plegarse a todo para conseguir ser igual que todos los demás y participar en las Guerras Clon, que hoy se encuentran con esto:
Hoy no cuento contigo por haberte convertido, precisamente, en lo que quise que te convirtieras. Y esa es la dura realidad.
Sería irónico si no fuera trágico.
¿Entonces para qué sirvió lo que hiciste?
¿Where are you now?
¿Who is Netflix?
Epílogo
Hoy hay un equipo en la universidad que me valora por las mismas características que en su día quisieron corregirme y extinguir: cuestionar las reglas, no reconocerle autoridad a una potestad que actúa arbitrariamente y enfrentar a esa potestad.
La cuestión no es que mi acción hace más de 25 años sea la correcta. Es sólo una de las acciones posibles. Cada uno tiene que medir lo que considera justo e injusto, cuestionarse las reglas, analizar los riesgos y las batallas que quiere pelear.
No hay que pelear todas las batallas. Pero las batallas que lo merecen, hay que pelearlas.
Esa ecuación es única. Mi acción ni es correcta, ni la mejor. Es la que tenía que hacer alguien como yo en aquel tiempo y lugar. Es la que tenía que ver con lo que soy y lo que creo.
La cuestión es justo la inversa: seguir las reglas sumisamente y no rebelarte ante nada no es la única opción para prosperar en la vida.
A lo mejor, de hecho, es una mala opción para prosperar en la vida.
A lo mejor te lleva hasta el mismo sitio donde hay otros muchos. Muchos clones.
Quizás te prepare para combatir en las Guerras Clon. Será por el mismo trabajo y salario que los demás. Tus habilidades y armas no se diferenciarán en nada del otro clon. Pero esa será tu decisión. Si esa forma de vivir es buena o mala para ti, lo decides tú. Yo no tengo que decir nada sobre eso. Si decides elegirla porque crees que es la mejor para ti, hazlo.
Para todos los amantes de seguir líneas, es importante tener en cuenta esto:
Seguir las líneas lleva a donde están todos los demás. Si te sale bien, te ganarás un puesto para combatir en las Guerras Clon.
Mi consejo para todos los demás:
Vale más que te concentres en ser tan bueno que no te puedan ignorar que en seguir todas las líneas.
Por tu libertad y tu dignidad, también deberías cuestionarte si tienes que seguir líneas y cuáles.
Hoy la historia cierra en bonito. Han tenido que pasar más de 25 años para poder contarla así. Pero, en su día, no conseguí mejorar la universidad, sino empeorarla. Después de ese incidente, zanjaron el problema poniendo una barrera que impedía el paso a los coches. Eso era más sencillo que debatir con algún rebelde cabronazo. En esa época tampoco sabía que podía haber llevado eso a 100 niveles por encima y veríamos dónde quedaba esa valla.
También te digo que los bardos compusieron canciones sobre la hazaña. El mito corrió por muchas partes de la universidad. Recuerdo ir a una fiesta universitaria en otro campus. Me saludaba gente que no conocía por "ser el que armó la del parking". Todavía me río de las caras de risa y los gestos de algunos que venían a decir: "Qué loco estás, cabrón. Yo nunca hubiera hecho eso, pero que lo hayas hecho tú me proporciona gran diversión".
¿Cómo es la vida, no?
Siempre curiosa.
Siempre un teatro.
Para mí, tuvo valor aquello porque estaba bien, era justo y había que hacerlo.
¿Qué más hay que preguntarse ante algo?
Para mí, siempre fue una historia bonita. Enfrentarse a lo que crees que está mal y es injusto es importante.
Hoy se la puedo contar a los que no les pareció ni les parecería nunca bonita, ni ayer ni hoy.
Y los resultados son los que mandan, no las opiniones.
La realidad es el juez implacable que da o quita razones.
Eso es un hecho, no una opinión.
Lo que más me gusta es aprender. Eso también es cierto para conocer qué te ha parecido este artículo y qué te parece La Forja.
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