#59 - El imperio del valor intrínseco: libérate de la validación externa
El verdadero logro es dejar de esperar aplausos y conseguir tu autoaprobación.
Gracias a los suscriptores que llevan en La Forja mucho tiempo y gracias a los nuevos que se van uniendo.
Artículos clásicos de La Forja por si no los has leído aún:
Esta semana te recomiendo estos artículos para que te pongas al día o para que los refresques:
La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos.
Aristóteles
La trampa de la validación externa
Puede que hayas aceptado como incuestionable la idea de que el reconocimiento de otros es la moneda de cambio para sentirte valioso. Piensa en ello: te miras al espejo y, en lugar de evaluar lo que tú sabes que eres, buscas la aprobación de un profesor, jefe, compañero de trabajo, amigo, o incluso de la opinión pasajera de una multitud digital.
¿Te suena familiar?
Te invito a cuestionar ese mecanismo de validación. Como te invito a cuestionártelo todo, incluido este artículo y todo lo escrito en La Forja. Lo que importa es que pienses por ti mismo y llegues a tus conclusiones, no que estés de acuerdo conmigo.
Ni con nadie.
Sólo contigo.
Demi Moore, una actriz exitosa desde cualquier punto de vista que, con 62 años, consiguió ganar un Globo de Oro. Se la premió por cierta actuación en una película. Uno pensaría que Demi Moore ha vivido una vida siendo consciente de lo exitosa que ha sido desde que empezó en el cine. Eso te haría pensar en una persona serena, que no tiene que demostrarse nada a sí misma, que es a la única persona a la que hay que demostrarle algo, y disfrutando de lo que es y lo que ha hecho. Además, aunque no importe, ha sido querida, o más bien adorada, por una legión de fans durante décadas. Si acaso prestara atención a eso, que no debería. También lo ha tenido.
Pues no.
Así no se sentía Demi Moore, aunque tu yendo a tu trabajo normal la vieras en revistas y pensaras que estaba en la estratosfera de la autoestima y la serenidad. Que estaba en la apacible meseta de seguridad y calma en la que se encuentran los que se valorar positivamente y están contentos con quienes saben que son.
En el discurso de recogida de su premio, Demi Moore contó que se encontró, años atrás, atrapada en una creencia limitante. Hace 30 años (¡30 años!), un productor le dijo que solo estaba hecha para películas de entretenimiento fácil. Producciones que, según él, no requerían demasiado talento.
Películas de palomitas. Como si hubiera algo de malo en ellas, por otro lado. El productor estaba cayendo en el error cursi y snob de los que creen que Beethoven es superior a Eminem. O de que una película de arte y ensayo húngara que explora la alegría del campesino húngaro, que no fue entendida ni por el público, ni por la crítica es, de alguna forma, un logro artístico superior a Top Gun o a Transformers. Ya te hablé sobre ese error en este artículo.
Pero volvamos al asunto de Demi Moore. El productor le dijo eso. Ella, como si esa opinión fuera diferente al papel de culo que usa a diario, decidió tomársela en serio. Cargó con esa losa, pensando que no era una actriz con talento y que, además, jamás lograría ser reconocida por un trabajo de calidad. Piénsalo un momento: un random le dice a esta estrella de cine una cosa y en vez de pasársela por el culo, carga con ella 30 años. Me fascina que algo tan ofensivamente absurdo pueda ocurrir.
El caso es que la creencia fue arraigando en Demi Moore. Demi Moore tenía el aplauso de los fans, tenía el dinero, la prueba empírica de que sus películas interesaban a la gente y tenía admiración del público en general.
No permitas que nadie genere creencias en ti que te limiten
Afortunadamente, Demi Moore parece que encontró un ángulo diferente sobre su problema y logró liberarse de esa creencia limitante. Logró creer que era una actriz valiosa, más allá de la taquilla. Que tenía talento y que podía acometer otro tipo de trabajos. Le llegó el guion adecuado para hacerlo y ganó un premio.
Me alegro por ella.
Me alegro por cualquier que se libere de una creencia limitante.
Demi Moore cuenta su experiencia, su sufrimiento y su superación cuando recibe el premio:
¿Cuánto de lo que crees sobre ti mismo es realmente tuyo y cuánto viene de fuera, de los demás?
Piénsalo un poco.
Es importante.
Haz este test sobre creencias limitantes que tengas sobre ti mismo:
Pregunta siempre: ¿es esta creencia realmente mía?
Investiga el origen de cada límite que has aceptado.
Plantea la posibilidad de que es posible lo opuesto: ¿qué pasaría si justamente fuera lo contrario?
Las creencias son construcciones flexibles y pueden ser transformadas por tu voluntad.
El discurso me fascina porque relata como se creyó la opinión del Señor Random y eso la fue corroyendo hasta aceptar que tal vez “sólo” valía para hacer películas taquilleras (bendito fracaso) y que “no podría ser reconocida nunca”.
No doy crédito.
Me fascina que lo que pueda decir una persona sobre otra pueda importarle una mierda. Me dan ganas de reírme de lo ridículo que es.
Me haría gracia si no fuera trágico. Por eso estoy escribiendo esto.
Tú eres la persona a la que realmente tienes que gustar.
Elijo la historia de Demi Moore porque es un caso extremo, así que ahí verás reflejado lo que pueda pasar en tu vida, pero de manera más pronunciada aún. Por eso pretendo que esto que te cuento te sirva: si Demi Moore encontró la manera de estar amargada por la opinión de otros, siendo objetivamente tan increíblemente exitosa como ha sido en todo (rica, guapa, talentosa, etc.), entonces tú también puedes hacer caso de opiniones externas que creen creencias que te limiten y amargarte por, precisamente, haberte autolimitado.
Si le puede pasar a ella, te puede pasar a ti.
Pero eso es lo bueno de su historia: si ella pudo arreglarlo, tu también puedes.
Mejor aún si no tienes que arreglarlo porque nunca se ha roto y nunca has comprado esa enfermedad social, pero si lo has hecho, no pasa nada.
Arréglalo.
Puedes hacerlo.
Te acabo de dar pruebas empíricas. Tu caso no va a ser más extremo que el de Demi Moore. Ella, al reconocer su verdadero potencial, no se dejó definir por el productor que la encasilló.
La única posible validación es siempre propia
Me alegro por Demi Moore, pero es necesario dar dos pasos atrás en su historia, porque está incompleta para lo que te interesa a ti:
3.- Demi Moore logra superar una creencia limitante. Bravo.
2.- Primer paso atrás: nunca se debió creer esa opinión ni darle importancia.
1.- Segundo paso atrás: en primer lugar nunca debió permitir que su valía dependiera ni un puto centímetro de la validación externa, de la opinión externa, sólo de la suya propia.
Si Demi Moore hubiera vivido su vida sabiendo, como saben otros, que la opinión de lo demás es sólo una opinión y que la valoración que hace una persona de sí misma es la única que importa, nunca hubiera tenido ese problema en primer lugar.
Ese es el lugar donde quieres estar tú.
Es vital que te liberes del ancla de la aprobación. Es un lastre que impide tu libertad y tu crecimiento.
Si acaso necesitas que te validen de alguna forma: con un cumplido, con opiniones positivas, diciéndote lo bueno, guapo, listo y valioso que eres, con un premio o con reconocimientos ostentosos externos: estás jodido.
Por dos cosas:
Esos reconocimientos significan nada porque no están objetivamente anclados a la realidad, sino a la opinión subjetiva de otros.
No los controlas. Puedes haber hecho lo mejor del mundo (input) e incluso generar un resultado del que estés orgulloso (output) y nadie considerarlo así, sólo tú. ¿Conoces algún músico que considere que ha hecho un gran disco y no vende ni una escoba? Pues es eso.
Entonces, lo único que es real, que existe en realidad, y que realmente importa es tu autoevaluación de lo que eres y de lo que haces.
No hay nada más.
Todo lo demás no son más que sombras que persigues en una habitación oscura de un gato negro que no existe.
Sólo puedes darte valor tú. Si lo buscas en los demás, serás un esclavo de su opinión y nunca lo conseguirás porque ni vas a gustar a todos ni sus valoraciones serán acorde a la realidad, sino acorde a su subjetividad en cada momento.
Entiende esto y empieza a vivir la vida acorde, si no lo haces ya.
Si lo haces ya: hazlo más aún.
Demi Moore sufrió por cosas superfluas y sin importancia.
Lo que parece que no tenía era la única cosa que importa: saber que la única cosa que importa era su opinión sobre sí misma.
El único veredicto que realmente importa es el que tú emites sobre ti mismo.
Al no saber esto, su autoestima y el valor de Demi Moore, parecía venir dictado, o al menos incluido de forma muy importante, por el exterior.
Uno de los peores errores y desgracias en las que puede caer un ser humano. Por eso el caso de Demi Moore es paradigmático. Viéndola desde fuera, en las revistas, puedes pensar que es una triunfadora de la vida y que tú “sólo eres el gasolinero” o “sólo eres la reponedora de Mercadona”.
Error.
Puedes sentirte mejor tú con quien eres y valorarte por ello, que Demi Moore. Nada externo puede cambiar eso. Esa valoración sólo se puede conseguir de forma interna al 100%.
Incluso en medio del aplauso del público, la necesidad de validación externa llevó a Demi Moore a sufrir. La convirtió en una esclava. Ni si quiera tenía a 500.000 personas manifestándose en la calle diciéndole que era una basura de persona, lo cual también es irrelevante. Tenía sólo la opinión de un random productor para hacerla sufrir durante 30 años. No olvides eso, para que veas cuán frágil es depender de la validación externa. Si abres la puerta a eso, no necesitas medio millón de personas diciéndote que no vales nada. Sólo necesitas la de una persona que te cruces un día y no te conozca de nada para que te tomes su opinión como un proxy de tu valor como persona.
Al perseguir la validación externa, te desvías de lo que realmente importa: la honestidad contigo mismo.
Como alternativa, te propongo a otro personaje del mundo del cine: Marlon Brando. Considerado por muchos el mejor actor de la historia, algo que a él siempre le importó tres cojones, Brando ganó su segundo Óscar al mejor actor por El Padrino.
No fue a recoger el premio.
Esa es la necesidad de validación externa que tenía.
Ni si quiera fue a reconocer el premio que le pretendía reconocer como gran actor. Ya sabía que era un gran actor, con o sin premio, así que eso le importaba tres cojones.
La cara que te pondría Marlon Brando si pretendieras que se esclavizara a tu opinión sería esta:
Te invito a que tú pongas la misma cuando se tercie.
La validación externa es una ama muy cabrona y siniestra que machacará la vida de los esclavos que le den permiso para actuar.
Fíjate lo que es capaz de hacer:
Te dice que debes encajar en moldes preestablecidos.
Te presiona para alcanzar estándares que otros han definido.
La necesidad de un aplauso, de un premio, de un reconocimiento, se convierte en un eslabón más de una cadena que te ata a expectativas ajenas.
La aprobación externa alimenta tu vanidad, tu ego. Por eso es tentadora para el que no ha llegado a la evolución de que tiene que hackear ese comportamiento de búsqueda de status que es evolutivo. Comer donuts todo el día también es tentador y evolutivo. Tienen muchas calorías y el ser humano necesita calorías para sobrevivir. Pero no lo haces porque ahí sí has entendido y has hackeado que ese rasgo evolutivo puede matarte hoy, aunque tuvo su sentido cuando no podías comer 10 veces las calorías necesarias todos los días de tu vida.
Otro día te hablaré del status, por qué es evolutivo, por qué ha tenido y tendría hoy sentido si no hubiera cien formas para pervertirlo. También te explicaré por qué hoy es dañino y tienes que hackearlo para que no se convierta en una dieta con exceso de grasa que le de colesterol a tu alma y acabes muerto por un infarto de esclavitud personal.
Autoevaluación: la ponderación necesaria
Que tu opinión sobre ti mismo sea la única que importa no significa que si crees que eres Superman lo seas. Tienes que tener una autoevaluación correcta para poder saber quién eres, cómo eres y qué haces bien o mal para poder mejorar. Si no, vivirás en una ilusión, no en la realidad.
El veneno mortal es dejar descansar tu valía en las manos de otros.
Un veneno casi igual de peligroso es no tener una correcta autopercepción y vivir en una realidad que no existe.
Saber que nunca vas a jugar en la NBA, si constatas que no eres tan bueno en baloncesto, aún con todo el esfuerzo del mundo, es tan importante como saber que sí puedes jugar en la NBA, aunque otros te digan que no, si autoevalúas que sí tienes condiciones que te podrían llevar a ello.
Por tanto, para que tu ecuación de vida respecto a tu autoestima y el valor que sabes que tienes esté correctamente ponderada, necesitas tener una buena autoevaluación.
Una buena autoevaluación te marca el punto de cuál es la realidad, te permite plantearte proyectos realistas, aunque sean super ambiciosos, y plantear las mejoras que necesites respecto a lo que no haces tan bien como querrías.
Sin una autoevaluación adecuada, no puedes hacer lo anterior.
Para autoevaluarte, como indica el término, tú eres el que evalúa tu valor, tú mérito, tu esfuerzo, tus logros, etc. Empiezas tú evaluándote a ti mismo, pero es necesario que te abras a recabar feedback de los demás porque no eres perfecto, otros saben más que tú y, sobre todo, otros ven otras perspectivas que tú no puedes ver por ser como eres.
Fíjate que hablo ahora de abrirte al feedback para tener mas data points con los que evaluarte a ti mismo: no hablo nunca de que las opiniones de otros determinen tu valor.
Son cosas muy distintas.
Al abrirte al feedback vas a tener ya tus propios data points generados por tu autoevaluación, más data points externos. Ese feedback externo que recibas cuando estés evaluando algún aspecto de lo que eres o lo que haces, caerá en alguna de estas tres categorías:
Eres genial: no tienes nada que mejorar en lo que estás evaluando. Este feedback no te sirve de nada porque no da información. Si ya eras genial, sigues siéndolo. Si no lo eres, no te permite mejorar. Si recibes este feedback, tienes que cruzarlo con tu autoevaluación.
Tienes cosas que mejorar: deben explicarte el qué, por qué y, si es posible, cómo recomiendan hacerlo. Lo analizas, lo tomas en consideración y luego, cruzándolo con tu autoevaluación, decides situarlo en alguna parte del espectro de “es radicalmente correcto, voy a hacer cambios ya” hasta “me lo paso por el culo”.
Eres lo peor: Todo lo haces mal respecto a lo que estás evaluando. Podría ser. Crúzalo con tu autoevaluación y utiliza el mismo espectro que antes para situarlo.
Ten en cuenta también estos dos principios:
Mantén tu esencia: recuerda que, aunque puedes aprender de los demás, la brújula que guíe tus acciones debe ser tu voz interior.
Agradece, pero no te esclavices: reconoce el esfuerzo de quien te da feedback y, a la vez, reafirma que la última palabra sobre tu valía la tienes tú.
Tienes que hacer este proceso y verlo como algo no personal, como si fueras un ingeniero que está diseñando un cohete y sabes que eres un muy buen ingeniero. Vas a querer rodearte de los mejores especialistas que puedas encontrar y les vas a preguntar. Luego coges su feedback y mejoras tu diseño con lo que te parece válido y tiras a la basura lo que no te lo parece.
No es un proceso emocional. Es técnico.
Harías eso si diseñaras un cohete.
Haz eso para diseñar la persona que quieres ser y seguir puliéndola.
Sé que suena simple, pero es más difícil de hacer.
OK. Pero ya tienes el principio, la brújula de cómo hacerlo.
Cuando te conviertes en el juez de tu propio destino, nadie más puede decidir por ti.
Como ves, no se trata de cerrarte a la crítica o a la retroalimentación externa, sino de filtrar esa información a través de tu propia percepción y convicción. Es reconocer que, si bien es importante estar abierto a aprender de los demás, el medidor de tu éxito y de la calidad de tu trabajo debe estar en tus manos.
Tú eres el único que vive cada experiencia, el único que conoce el sacrificio y la dedicación detrás de cada logro. Por ello, debes construir una autoestima que se nutra de tu esfuerzo y que no dependa de un aplauso o de una ovación.
La siguiente lista te ayudará a recordar algunos puntos esenciales para fortalecer esa autoevaluación:
Confía en tu criterio: Aprende a identificar lo que para ti es valioso y lo que no lo es, sin dejarte arrastrar por las modas o por el dictamen de la mayoría.
Establece tus propios estándares: Define metas basadas en tus valores, tu visión y en tus capacidades, no en lo que otros opinen.
Sé crítico, pero constructivo: Escucha la retroalimentación externa, evalúa si tiene sentido para tu camino y descarta lo que no aporte.
Valora el proceso, no solo el resultado: Cada paso que das, incluso los errores, te fortalece. No te aferres únicamente a las victorias.
El verdadero éxito es cuando tus estándares internos son tan altos que la aprobación externa se vuelve irrelevante.
Adoptar esta mentalidad te permite crecer de manera sostenible. No buscas aplausos externos porque tu satisfacción nace de la realización de haber dado lo mejor de ti. Eso sólo lo sabe y sólo lo puedes juzgar tú.
Este enfoque te convierte en un eterno aprendiz, siempre en búsqueda de la excelencia personal sin depender del veredicto ajeno.
Imagínate un mundo donde cada decisión estuviera motivada por el deseo de satisfacer tu propio criterio. Las opiniones de los demás se transformarían en simples datos, no en dictámenes definitivos. Cada retroalimentación se evaluaría críticamente, como una herramienta para mejorar, y no como un espejo en el que se refleja tu valía. Así, el miedo al juicio se disiparía, y lo único que importaría sería el compromiso con tus propios valores.
Cuando te valoras a ti mismo, ningún premio externo puede definirte.
Estos pasos no son un manual rígido, sino una invitación a que utilices las opiniones externas como herramientas para el crecimiento y no como cadenas que limiten tu autonomía. Si te mantienes fiel a tus principios y usas el feedback de manera constructiva, cada comentario se convertirá en un peldaño hacia la excelencia, y no en un obstáculo que te haga dudar de tu valía.
La clave está en transformar cada crítica en una semilla de mejora, sin perder la capacidad de juzgarte a ti mismo con honestidad y rigor.
Autovaloración + Autoevaluación + Abierto al feedback
Llegamos al punto crucial: la libertad real.
Esa libertad no se mide en premios, reconocimientos o aplausos, sino en la capacidad de ser fiel a ti mismo en cada acción. No importa si a nadie le gusta lo que haces o, por el contrario, si todos te aplauden; lo fundamental es que tú te sientas satisfecho con el esfuerzo y la calidad de tu trabajo.
Imagina que cada día te levantas sabiendo que el único veredicto que cuenta es el tuyo. Que tus estándares, tu autoexigencia y tu honestidad son los únicos criterios que determinan si has hecho las cosas bien. Este es el camino hacia una verdadera libertad, donde el feedback externo se percibe como una ventaja, una fuente de ideas para mejorar, y no como una condena a la que responder.
No te compares constantemente: mirar al huerto del vecino puede enseñarte algo, pero no te conviertas en un observador obsesionado.
Confía en tu criterio: la evaluación de tu valor es intrínseca. Si crees que lo haces bien, ese es el mejor premio que puedes tener.
Mantén la humildad: La autocrítica es necesaria para crecer. Reconoce tus errores y aprende de ellos, pero sin que ello afecte tu autoestima. Puedes hacer algo mal. Eso no es lo mismo que seas malo.
Acepta que la opinión de otros es solo eso: una opinión. No permitas que se convierta en medidor de tu éxito.
No puedes depositar tu validez en manos de un tercero por la misma razón por la que tampoco dejas a tu hijo al cuidado de un extraño.
Si logras interiorizar esta idea, te liberarás de la esclavitud de la aprobación externa. Tu autoestima dejará de ser un bien frágil, sujeto a los caprichos y opiniones de los demás, y se convertirá en una fuerza interna sólida que te impulse a seguir mejorando sin temor al juicio.
La comparación con otros, la búsqueda constante de aprobación y la dependencia de opiniones externas, son hábitos que puedes erradicar si decides que lo más importante es lo que tú pienses de ti mismo.
Tener una autoestima robusta y una autoevaluación rigurosa no solo te permite mejorar en lo que haces, sino que te libera de la esclavitud de las expectativas ajenas.
Hoy te invito a hacer un pacto contigo mismo: comprométete a ser el único juez de tus logros y fracasos. Deja que la crítica, por muy constructiva que sea, se convierta en una herramienta para crecer y no en la medida de tu valía.
Recuerda:
En la vida, el reconocimiento más importante que podrías conseguir nunca es el que te das a ti mismo.
Vive libre, actúa con integridad y sé fiel a ti mismo. No hay nada más importante que eso.
En el gran esquema de las cosas, cuando aprendes a juzgarte con el mismo rigor y amor con el que juzgarías a una persona a la que quieres y depende de ti, como un padre a un hijo, alcanzas una libertad que ningún premio ni crítica pueden modificar.
La autenticidad y la autoevaluación son las llaves que abren la puerta a tu verdadera libertad.
Lo que más me gusta es aprender. Eso también es cierto para conocer qué te ha parecido este artículo y qué te parece La Forja.
Cuéntame eso o cualquier otra cosa que quieras decirme mandándome un correo a josefortes@substack.com.