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Artículos clásicos de La Forja por si no los has leído aún:
Esta semana te recomiendo estos artículos para que te pongas al día o para que los refresques:
¿Cuál es el truco para poder apagar una cerilla con los dedos sin que te duela?
El truco está en que no te importe que te duela.
Lawrence de Arabia
El club de los sabios de falso techo I
¿Te has topado con uno de estos personajes?
Regurgita una cita de un filósofo, te cuenta una idea de un emprendedor como si fuera un secreto entre tú y él, mutila un concepto del nuevo libro de un autor que espera que tú no conozcas o te golpea con su ensayo basado en un artículo de otro al que no ha entendido.
Te quiere hacer pensar que es un erudito… hasta que te das cuenta de que ni entiende realmente lo que te está contando, ni puede conectar ninguna de esas ideas con nada útil. Ni conectarlas con otras ideas, ni con su vida.
Si te has encontrado con este fenotipo, estás ante un magnífico ejemplar de loro con biblioteca.
Logorrea sin criterio.
Saber repetir algo no es entenderlo. Mucho menos es poder conectarlo y aplicarlo.
Conocen muchos libros. Toman notas con código de colores. Tienen un sistema para “recordar lo aprendido” que parece un software militar, etc. Pero su conocimiento es como una pecera llena de peces tropicales: bonito, decorativo… e inútil.
Bajo su llamativo plumaje encuentras patrones como que:
Recitan párrafos de libros sin entender el marco conceptual.
Coleccionan ideas sueltas, pero son incapaces de hilvanarlas para construir algo propio con ellas.
No aplican nada. Solo almacenan.
Usan lo que aprenden para señalizárselo a los demás, no para mejorar.
No pueden transferir lo que “aprenden” de un dominio a otro.
Y, sobre todo, no obtienen resultados tangibles...
Leer mucho no te hace sabio. Te hace lector.
Este tipo de papagayo barroco común con síndrome del impostor adecuado a su impostura, no sabe aprender.
Son recolectores.
Coleccionistas de autores y referencias que dan sentido a su sabiduría de falso techo, de pladur.
Una idea que no puedes aplicar es solo decoración mental.
Ejemplos paradigmáticos de los sabios de falso techo
Uno de los ejemplos más ridículos en esta ridícula categoría es el culto superficial al Almanaque de Naval Ravikant. Un libro brillante y potente en sus conceptos. Probablemente uno de los que más he regalado en mi vida porque contiene principios profundos sobre varias dimensiones de la vida que considero muy interesantes y útiles. Lo regalo a quien creo que es terreno abonado para sacarle partido, para trabajarlo.
Pero este libro se ha convertido en un meme.
Internet está lleno de gente que cita a Naval como si eso les hiciera más sabios. Como si leer una frase de Naval equivaliera a entender alguno de los conceptos profundos que plantea o parte de su filosofía. Peor aún, como si equivaliera a haberla interiorizado, porque las cosas profundas para generar cambios necesitan ser interiorizadas. Ni entendidas ni leídas.
Y no.
Citar un principio no es lo mismo que vivir según él.
Lo que compila Eric Jorgenson sobre la filosofía de Naval en El Almanaque no es un libro que se “lea”. Es un libro que se vive porque habla de cómo Naval cree que hay que vivir. Lo verdaderamente potente es que detrás de su simplicidad literaria y conceptual hay una profundidad abisal.
Cada página, a veces cada párrafo, a veces cada frase es el inicio de un camino.
No el final.
Para aprovecharlo de verdad:
Hay que reflexionar sobre cada idea durante largo tiempo e intentar estrujarle el significado profundo que envuelve.
Hay que confrontarla con tu estilo de vida.
Si crees que es útil para ti tienes que intentar aplicarla una y otra vez hasta que se te pegue a la piel.
Y, en muchos casos, exige cambios personales profundos.
Los que de verdad aprenden, no necesitan hacer teatro para mostrarlo. Sus resultados se lo demuestran a quien importa: ellos mismos.
Es por todo esto que leer este libro y decir que se sabe lo que dice Naval, que se ha aprendido, es como sobrevolar un país en guerra a 9.000 Km de altura y decir que se ha estado en la guerra.
Es absurdo.
No es un libro que esté hecho para ser leído, sino para ser reflexionado y ponderado durante meses y años.
Este es un ejemplo clásico con el que puedes distinguir una pared de pladur, un falso techo, de algo construido con sólida roca.
Un ejemplo del que sí sabe lo que hace, lo hace bien y no se engaña a sí mismo
Un ejemplo muy distinto, y muy honesto, es el de Hampton Fancher, el guionista original de Blade Runner y Blade Runner 2049. En una entrevista explicó que leía compulsivamente, un libro a la semana o incluso más. Pero dejó claro que no los leía con la expectativa de aprender o retener nada que pudiera ser importante. Dijo que a veces se le quedaba alguna idea interesante de libros que leía de esa forma. Nada más.
¿Por qué lee tanta cantidad entonces?
Porque le gusta.
Porque le entretiene.
Porque es un placer para él.
Eso es tener las expectativas bien alineadas y no autoengañarse con ser un erudito de falso techo.
Leer un libro a la semana no es aprender, es pasar páginas.
Puedes leer mil libros al mes si te apetece, pero no confundas entretenimiento con aprendizaje. No confundas consumo con transformación.
No hay nada malo en leer por placer. El problema es esperar profundidad donde solo hay distracción.
El club de los sabios de falso techo II
Te han enseñado que aprender es estudiar.
Escuchar sin contarlo tú a tu manera después.
Tomar notas.
Repetir.
Memorizar.
Aprobar exámenes.
Eso no es aprender, es ganarte tu sitio para luchar en las guerras clon de empleado intercambiable.
Y por eso ves esto cada día:
Gente con titulaciones que no saben resolver problemas reales.
Personas que leen compulsivamente pero no consiguen resultados, no entienden mejor el mundo, no mejoran su vida ni la de nadie.
Universitarios que no saben tomar decisiones.
Profesionales que repiten lo que otros dijeron porque no han pensado nada por sí mismos.
Conoces a mucha gente que no sólo no ha tenido una idea propia en la vida, sino que lee todo lo posible para no tenerla, sintiéndose a salvo siendo como “todos los demás”: eruditos de falso techo. Sintiéndose seguros en conocer y compartir las mismas referencias que pueden balar a coro con sus otros amigos del rebaño del pladur y el falso techo.
¿A cuántos sabios de falso techo como el rubio de la coleta conoces?
Piénsalo un poco.
Es una epidemia, pero tú no quieres contagiarte. Lo que te interesa es que lo sepan otros o no, conozcas, no ya las mismas referencias que el coleta de pladur, sino muchas más. Pero no te parezca un orgullo no haber pensado por ti mismo en tu vida e ir mostrando esa vergüenza como si fuera un logro. De esa forma intentarás dar forma a tu propio criterio.
Yo estoy más interesado en saber tu propia opinión sobre un asunto que en que me recites frases de otros como un loro entrenado.
Sin embargo, hay mucha gente como el coleta de pladur.
¿Por qué pensar por ti mismo y generar resultados reales cuando puedes ser un clon, estar impedido para conseguir ningún resultado y pretender vivir del status que otros más ingenuos que tú te asignan por ello?
Memorizar sin criterio es como llevar un arma sin saber dónde está el gatillo.
El rebaño del falso techo se esfuerza en crear clones vacíos, no personas que piensen. Les gusta la gente que repite fórmulas, no que las cuestione. Gente que cree que aprender es organizar sus PDF en Notion y mostrar su librería de fuentes y su Second Brain en Internet como un símbolo de status. Lo de Second Brain debería dar una pista de que el primer brain no es que de para mucho.
Gente que cree que tomar notas es pensar. Que subraya frases como si eso fuese entenderlas.
Y no lo hacen por maldad. Tampoco son conscientes de que hacen el ridículo. Lo hacen porque nunca han aprendido a aprender de verdad.
Aprender de verdad es incomodarte.
Es poner en duda lo que ya sabes.
Es darte cuenta de que no sabes.
Es mirar un concepto desde 10 ángulos distintos y solo entonces formarte un criterio propio. Sí, propio. Puedes hacerlo.
Y luego aplicarlo y generar resultados reales y tangibles.
Y si no funciona, repensarlo.
Aprender bien no te da certezas. Te da un radar mejor para navegar la incertidumbre.
Pero vivimos en la sociedad del consumo rápido. Queremos tutoriales instantáneos de todo. Queremos hacer click y ser expertos en geopolítica tras leer un hilo de Twitter.
Queremos que el aprendizaje profundo venga en formato microondas. Calentar sólo 3 minutos y tragar.
El conocimiento profundo no viene en formato microondas. Nunca ha venido. Nunca vendrá. Hay que forjarlo con fuego y esfuerzo.
Las ideas profundas exigen digestión lenta. Ponderación.
Exigen trabajo interno.
Exigen errores, aplicaciones fallidas, repensar, reconectar con otras ideas y cambiar ángulos hasta que les encuentres el sentido y seas capaz de aplicarlas.
No puedes comerte un concepto potente como si fuera lasaña precocinada.
Origen y cómo algo profundo ni se aprende ni se crea en una semana
Aunque tu amigo el clon del pladur te siga atosigando con que está batiendo su propio récord y ya lee dos libros por semana, si te interesa lo que tiene impacto, lo que es profundo, te interesará conocer el proceso de creación de una de tus películas favoritas.
Origen, de Christopher Nolan.
La gente la ve y se impresiona por el espectáculo visual, el ritmo, la complejidad de la acción, pero sobre todo por la profundidad y sofisticación de sus conceptos y su trama.
Sin embargo, no muchos saben que Nolan tardó diez años en escribir ese guion.
La película está basada en una idea que le fascinaba desde joven: los sueños lúcidos. Durante años ponderó y trabajó sobre esos conceptos. Cuando decidió escribir el guion de la película, trabajó las reglas que debían regir el mundo de los sueños, los sueños dentro de los sueños, y la lógica interna de un universo onírico que tenía que ser complejo pero claro.
Esa arquitectura invisible es lo que sostiene toda la película. No se ve, pero sin ella nada funcionaría. Como las ideas profundas: lo que se ve es solo la punta del iceberg. Lo que importa está debajo.
Las mejores ideas tardan años en construirse y segundos en ser malinterpretadas por ilusos o pretensiosos.
¿Cómo aprendo bien de verdad? Dame el truco número 1
El truco es que no hay truco.
Ahí lo tienes.
Ese es el truco número 1 para aprender bien.
No hay atajo.
Pero hay camino.
Y tiene estos pasos. Léelos. Hazlos tuyos si te parecen útiles, y, sobre todo, aplícalos:
1. Aplica lo que aprendes
Cada vez que aprendas algo, busca un modo de aplicarlo esa semana. No el mes que viene. No cuando acabes el máster. Esta semana. Aunque sea en una versión mínima.
Aprender sin aplicar es como escribir una receta y morirte de hambre.
¿Has aprendido algo sobre negociación?
Aplica una de esas técnicas en tu próxima conversación de negocios.
¿Has escuchado una idea potente?
Intenta explicársela a alguien y reflexiona si tendría sentido aplicarla a tu propia vida.
¿Cómo lo harías?
Hazlo.
Aplicar no es el proyecto final, es el paso 1.
2. Transfiere lo aprendido a otros contextos
Un signo de aprendizaje real es que puedes tomar una idea aprendida en un contexto y aplicarla en otro.
Esa es la transferencia de conocimiento.
Es una de las pruebas de fuego.
Si entiendes cómo funcionan los incentivos de un grupo de clones recitadores de ideas de otros, puedes entender cómo funcionan en la arquitectura salarial de una empresa. O en una relación personal. O en una negociación.
Si no eres capaz de transferir conocimiento, es que no lo has digerido. Solo lo has tragado.
3. Conecta ideas
Cuando aprendes bien no acabas con islas sueltas de información. Construyes un archipiélago con puentes. Puentes cada vez más sólidos en lo que sigues confirmado y puentes que cambian las uniones cuando vas rectificando lo que era incorrecto.
Busca relaciones, conexiones, patrones.
¿Cómo se conecta esto con aquello que aprendiste hace dos semanas?
¿Cómo se parece esto a una experiencia tuya personal?
¿Cómo se podría aplicar esta idea a otro sector, a otro modelo de negocio, a otra situación vital?
Aprender bien no es solo meter cosas dentro. Es conectar lo que ya tienes.
4. Refuerza tu criterio, no sólo tu memoria
El objetivo no es que recuerdes todo. Es que recuerdes lo importante y que pienses mejor. El aprendizaje profundo no depende de cuántos datos tienes en la cabeza, sino de qué haces con ellos.
Entrena tu capacidad para:
Distinguir lo importante de lo accesorio.
Cuestionar las premisas de una idea.
Entender por qué algo funciona (o no).
Ver lo que no se dice, lo que no se ve.
Así vas construyendo tu propio criterio. Y el criterio es una de las herramientas más valiosas que puedes forjar.
¿Qué por qué?
Porque si no generas tu propio criterio vas a vivir bajo el criterio de otros. Incluso vas a vivir bajo su criterio sin saber que es suyo, sino creyendo que es tuyo.
¿Te acuerdas de nuestro amigo el coleta rubia de pladur?
Pues eso.
5. Observa tus resultados
Si me dijeras que has aprendido mucho sobre agricultura y al ir a ver tu huerto, viera un páramo yermo, ¿seguirías defendiendo que has aprendido algo… sobre agricultura?
Pues hay mucho clon de pladur que no ha generado un euro en su vida como resultado de lo mucho que dice saber. Pero pretende que te creas que sabe de algo.
¿Curioso, no?
Lo importante es que tú no seas así.
Resultados.
Esa es tu guía infalseable.
¿Lo que estás aprendiendo te está sirviendo para algo, generas resultados del tipo que esperas?
¿Te hace actuar diferente, mejor?
¿Tomas mejores decisiones porque los resultados lo demuestran?
Si no puedes contestar “sí” al menos a algunas de esas preguntas, probablemente no estás aprendiendo bien, sino entreteniéndote con ideas. Podrías estar siendo un dominguero de las ideas. Está bien para hablar en un bar de verano con alguien, pero no te funcionará para mejorar en la vida.
El aprendizaje real deja marcas claras en tu comportamiento y en tus resultados.
6. Enseña a otros
No hay mejor forma de asentar lo que has aprendido que explicarlo.
Pero no como un papagayo.
Explicarlo con tus palabras.
Con ejemplos propios.
Con tu estilo.
Porque eso te obliga a despiezarlo, organizarlo, pulirlo y entenderlo de verdad.
Y si no sabes explicarlo de forma sencilla, no es que seas muy listo y has aprendido algo muy complejo, es que no lo has entendido.
Si no puedes explicarlo sin mirar tus notas, es que no lo sabes.
7. Crea con lo aprendido
La última fase del aprendizaje no es contarlo, ni siquiera la aplicación, es la creación. Crear algo nuevo usando lo que has aprendido: un proyecto, un cambio en tu vida, un criterio propio sobre algo.
Crear significa que has interiorizado tanto el conocimiento que ya lo usas como materia prima para producir algo original.
Solo cuando puedes crear con lo aprendido, sabes que has aprendido bien.
No hay trucos.
No hay hacks, que dicen ahora los más finos.
Olvídate de fingir y del postureo del clon de falso techo.
Aprender bien no es cuestión de tener la mejor app de notas, ni de usar colores en tus subrayados, ni de llevar una racha de 87 días leyendo 30 minutos.
Aprender bien es cuestión de si aprender te ha cambiado y ha mejorado tu vida.
Si no te ha cambiado, si no mejora al menos cómo entiendes el mundo, no era aprendizaje, era entretenimiento disfrazado de sabiduría.
Los que de verdad aprenden, no tienen que demostrarlo. Los resultados lo hacen por ellos.
Hazte la pregunta incómoda:
¿Estoy aprendiendo para cambiar mi vida? ¿O para parecer inteligente mientras me estanco?
Si eres honesto, la respuesta puede doler, pero también puede ser el comienzo de un aprendizaje real.
Lo que más me gusta es aprender. Eso también es cierto para conocer qué te ha parecido este artículo y qué te parece La Forja.
Cuéntame eso o cualquier otra cosa que quieras decirme mandándome un correo a josefortes@substack.com.
Me voló la chaveta