#60 - Cabeza y cojones
Algunos tienen una cosa, otros tienen la otra. Si tienes las dos serás una apisonadora.
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Artículos clásicos de La Forja por si no los has leído aún:
Esta semana te recomiendo estos artículos para que te pongas al día o para que los refresques:
El conocimiento sin acción es como el oro enterrado. Valioso, pero inútil.
José Fortes
El otro lado del muro
Tengo 45 años, así que ya llevo tiempo del otro lado del muro.
Del lado del muro en el que muchas cosas cambian porque el tiempo y la realidad ya ha hecho su trabajo. No tienes que validar tus hipótesis. Ya las has validado o refutado.
Ya tienes los resultados.
En ese otro lado del muro, por ejemplo:
Contrato, no me contratan.
Invierto en startups, en empresas tradicionales y en otros activos.
Cuando era joven no invertía. No sabía nada sobre invertir. No sabía ni que se podía invertir. Aunque estés empezando tu vida profesional y tengas poco dinero, siempre hay suficiente para hacerlo. No lo hacía por desconocimiento.Sé que ser como soy es parte de lo que me ha dado ventaja en la vida. Sé que mi forma de hacer las cosas no sólo es la natural para mi y la que quiero que sea. También sé que funciona.
Durante años, en la juventud, se me intentó corregir y disputar que algunos de mis principios, cosas naturales para mi, no eran adecuados y debía cambiarlos porque si no me iría mal.
Nunca hice caso.
Nunca entretuve la idea de cambiarlos. No porque no ponderara las razones que me daban. Las ponderé. Llegué a la conclusión de que eran erróneas y que mi planteamiento estaba bien.Los que siguen el manual terminan trabajando para los que lo rompen.
Nunca quise cambiar lo que para mi estaba bien y debía ser así, pero no podía poner resultados sobre la mesa para decir: no sólo creo que está bien, es que está bien y funciona. Del otro lado del muro sí tengo los resultados para hacerlo.
Una filosofía se valida porque funciona.
Hoy quiero contarte un principio de mi filosofía de vida que ha sido clave para mi y que considero clave para prosperar.
Lo ha sido desde niño y me ha funcionado mejor que bien.
Este principio no fue creado, fue descubierto. Salió de mi de forma natural. Luego fue desarrollado.
Este principio tiene que ver conmigo, con cómo soy.
Tú tienes que ver si el principio se adapta a tu forma de ser y querer ser. Si tiene sentido para ti total o parcialmente.
Si puedes usarlo, en definitiva, siendo tú mismo.
Como a mi me ha funcionado y desde el otro lado del muro tengo el tiempo de la experiencia y los resultados para poder recomendarlo: por eso te lo recomiendo.
Podría encajar contigo y funcionarte muy bien. Ayudarte a prosperar.
El principio es fácil de entender; no tan fácil de interiorizar.
El principio se concreta en una máxima muy sencilla.
La máxima
Desde que era pequeño, muy pequeño, descubrí una realidad tan indiscutible que la tomé como una máxima sobre cómo funciona el mundo y cómo se prospera en él:
Cabeza y cojones.
Antes de descubrirla, ya estaba viviendo aplicando esa máxima sin saberlo. Aunque la utilizaba, la descubrí para mi conocimiento consciente un día caminando de vuelta a casa, tras jugar con amigos de mi comunidad de vecinos. Recuerdo dónde estaba, llegando al portal de mi edificio. La máxima se materializó ante mí de entre la espesura de la niebla, sin que yo la buscara. Simplemente apareció, clara y nítida:
Cabeza y cojones: si tienes ambas cosas nada puede pararte.
Esto me pareció tan obvio y tan indiscutible que simplemente lo consideré un descubrimiento de algo que ya estaba ahí, pero que ves por primera vez. Como ver y tocar la nieve. La descubres, no puedes discutirla. Es una ley de la naturaleza. La máxima era una ley de la naturaleza.
Si tienes que elegir entre saber y actuar, elige ambas cosas.
¿Por qué ese día?
No lo sé, no recuerdo qué habría pasado antes de eso, pero sé que fue un día normal en el que regresaba de jugar con mis amigos. No había pasado nada especial. Eso sí lo sé. No importa, porque en muchas ocasiones se me han materializado realizaciones claras de esa misma forma. No necesitan que pase nada extraordinario para que ocurra. Lo veo como la decantación final de una intuición que llevas tiempo teniendo y que un día cristaliza en su forma final. No ocurre en un día. Es el final de un proceso.
La superficie
Cabeza y cojones son conceptos perfectos.
A día de hoy, no los he podido sustituir por otros que encapsulen la misma información y valor. Por ejemplo, en una entrevista en un podcast respondí que:
Una de las características clave de un emprendedor es tener cabeza y ser una fuerza de la naturaleza.
Esa es la versión Radio Friendly. La original, la versión Thrash Metal es Cabeza y Cojones. La forma de decirlo con la máxima original sería:
Una de las características clave de un emprendedor es tener cabeza y cojones.
Al constatar que ninguna variante me ha satisfecho nunca para representar lo mismo que la máxima original, decidí que me quedaría con ella en su forma pura. Por el valor que encapsula. Por homenaje al niño que la pensó y que la ha utilizado como un principio de vida.
Cabeza y cojones son conceptos radicalmente autoexplicativos y, a la vez, cubren mucha superficie.
La cabeza te da ventaja. La valentía te da territorio.
Es por eso que, desde el significado básico que ya intuyes tú de primeras como una patada en el pecho, te detallo algunos elementos que están en su significado:
Cabeza
Ser muy inteligente. Tanto que llegue a intimidar. Tanto que te des cuenta de que conocerás a muy poca gente en tu vida que esté en la misma franja de velocidad y profundidad de pensamiento.
Esto no lo puedes elegir. Naces así, principalmente. Sí lo puedes potenciar. Eso es lo que está en tu mano. Si esta no es tu principal ventaja, entonces sigue mirando las otras. Una correcta autoevaluación es clave para saber cómo jugar poniéndote en una posición de ventaja.
Puede que no destaques en esto a ese nivel. Hay más cosas de la superficie que cubre Cabeza que te darán la ventaja de este concepto.
Sigue leyendo.Reflexionar y pensar estratégicamente: pensar las cosas como un estratega. Que las cosas no pasen simplemente, sino que las observes, analices, reconozcas patrones, saques conclusiones, aprendas, generes conocimiento nuevo y pongas en marcha acciones basadas en un diseño que busca las mejores opciones posibles.
Si no piensas estratégicamente, serás el peón en el ajedrez de otro
Se trata de computar analizando y descomponiendo hasta los átomos cualquier cuestión que quieras comprender y proyectar jugando 20 partidas paralelas de ajedrez, adelantándote 20 movimientos al actual, haciendo lo mismo con todas sus ramificaciones.
Esto consume mucha computación, así que debes aplicarlo sólo a lo que merezca la pena.
Cuando eres niño y jovenzuelo lo haces con todo porque tienes ancho de banda para ello. A medida que la vida se hace más compleja tienes que elegir, pero ya te habrás criado y desarrollado como una máquina de computar.Decidir desde lo racional, no desde el impulso. Autocontrol. Cabeza fría. Decides tú, no la emoción.
Astucia. Esta característica es tan importante como la inteligencia pura. Quienes no la tienen y no se preocupan por desarrollarla, están en una gran desventaja frente a quienes sí. Hay oportunidades, grietas y caminos que sólo los astutos pueden ver y pueden aprovechar. Puedes tener 1.000 caballos de potencia de motor puro y, sin astucia, poca de esa potencia tocará el suelo a través de las ruedas y te moverá hacia adelante.
Aprender y generar sabiduría, no sólo conocimiento. Desarrollar tu conocimiento y tu sabiduría (saber distinguir y decidir mejor) porque constatas que sabes muy poco y que hay mucho más que puedes saber. Tanto, que es infinito. Esto te lleva a ser un eterno aprendiz que está siguiendo el camino de mejorarse a sí mismo de por vida.
La sabiduría es el arte de convertir la incertidumbre en oportunidad.
Cojones
Saber defenderte. Cuando eres niño, adolescente y jovenzuelo, defenderte puede ser, y muchas veces es, algo físico. Puñetazos en la cara. Soy un niño de los 80, así que en mi época era así en gran medida y estaba naturalizado entre niños, jóvenes y padres. Nadie se escandalizaba por eso. Era parte del mundo.
Un hombre no cabe por la boca de otro hombre.
Mi abuela.
Hoy no es exactamente como antes.
Eso es una desventaja para los que se críen y crezcan ahora.
Si tu entorno te obliga a defenderte, a hacerte respetar, y eso obliga a que tengas que pegarte con otros, estás en una escuela especial. Estás en la escuela de la vida que te dice que todo no lo vas a tener fácil, que va a haber gente que va a intentar hacerte daño, a intentar dominarte, y que no puedes permitirlo. Tienes que saber defenderte y, si se da el caso, dominar tú. Dominar al otro, si es que entretenía la fantasía de dominarte él a ti. Hay algunos que no aprenden hasta que los dominas.
Esa realización, vivida en el patio del colegio, lleva a otra máxima que aprendes de por vida. Es otra ley de la naturaleza que funciona con la misma precisión que el agua que hierve a los 100º C:Algunas personas entienden las palabras. Todas entienden la leña.
A veces puedes hablar y razonar con la gente. A veces ni las más sublimes dotes de persuasión funcionarán. La dominación física siempre funciona. Todo el mundo la entiende. Lo físico se va transmutando en cosas más sofisticadas a lo largo de la vida, cuando se va alejando la primera juventud. La esencia es la misma. Sólo la forma es la que varía.
La vida no tiene piedad con la debilidad, pero respeta a los que pueden pensar y pelear.
No rehuir el conflicto: Hay personas que rehúyen el conflicto porque les resulta demasiado estresante. Demasiado erosionante.
Quien evita el conflicto por miedo a perder, ya perdió.
Si no tienes entre tus herramientas la capacidad de ir al conflicto, sentarte en medio de él, sacar la mesa de picnic y hacerle saber a la otra parte que puedes disfrutar de esa situación todo el tiempo que haga falta, entonces te falta una herramienta fundamental.
Sólo tienes que luchar los conflictos que merezcan la pena, pero los que merezcan la pena los tienes que luchar.
Salir a comerte el mundo. El mundo es para los valientes. El mundo es para los decididos. Vete y haz que ocurra lo que quieres. Hazlo con tus propias manos.
La valentía es un rasgo que separa a los que importan de los que son decorado.
Audacia. Es la hermana de la astucia para poder conseguir cosas especiales. La astucia es el arte, la maña, lo racional. La audacia es el atrevimiento, la osadía, el impulso para hacerlo. Es otro de los habilitadores clave.
Los que no se atreven llaman suerte a lo que los audaces llaman resultado.
Aceptar riesgo y gestionarlo. El riesgo no hay que evitarlo e intentar llevarlo a cero. No existe el riesgo cero.
Si nunca has arriesgado nada, tu opinión es irrelevante.
El riesgo hay que entenderlo, aceptar el nivel que quieras y puedas gestionar y aprender a hacerlo.
Sin riesgo no hay oportunidades.
Bien.
Tú mismo puedes seguir extendiendo esa lista.
Pensar sin actuar es posar. Actuar sin pensar es estúpido.
Te he dado algunos de los elementos que caen bajo el paraguas de cada concepto para que veas la amplitud de los mismos, que van mucho más allá de la literalidad y el primer significado.
Como ves, Cabeza y Cojones condensa tanta información que es la máxima que te permite, en 2 conceptos, acumular una cantidad de materia tal, que si la despliegas ocupa un planeta.
El conocimiento te hace sabio. El carácter te hace indomable. Ambos te hacen imparable.
Las opciones concretas que se espigan en torno a la máxima abstracta abrigan bajo ellas ejemplos como:
Crear una empresa y empujarla hacia adelante.
Crear un producto y salir a venderlo.
Diseñar una estrategia y ejecutarla con absoluta determinación.
Resolver un problema y hacer que la solución se ponga en marcha.
Definir un plan. Doblar la realidad con tus propias manos hasta que se cumpla.
Algunos logran saber hacer una de las dos cosas.
Si eres capaz de hacer las dos, serás una apisonadora.
Predicar desde la teoría es irrelevante. En la guerra, la única verdad está en la batalla. O la ganas, o no. El resultado es la única realidad.
Los inicios
Te conté antes que un día la máxima de Cabeza y Cojones se materializó ante mí, pero que llevaba tiempo viviendo acorde con ella sin saberlo. Era demasiado pequeño para saberlo. Por eso sé que la máxima encapsula lo que ya era incipientemente e iba a ser mucho más grande en los siguientes años.
Sé que eso estaba en mi ADN porque hay algunas historias en las que mi forma de actuar no tiene explicación si no es por ello. Nadie me había dicho que actuara así, no tenía ninguna referencia al respecto y, simplemente, actué de forma instintiva. Instintiva, pero al hacerlo tenía una claridad absoluta acerca de que lo que estaba haciendo tenía que ser así y no podía ser de ninguna otra manera. No existían otras opciones que tuviera que ponderar. Era lo natural. Era una ley de mi naturaleza.
Una vez, con una edad tan temprana que no sé cuál era, pero que calculo que estaba entre los 8 y 10 años, un juego con mis amigos de la comunidad de vecinos se convirtió en una prueba improvisada. En el patio de mi comunidad había dos grupitos de niños. "Los mayores", que eran los de más edad y "los menores". Yo estaba en el grupo de los menores, aunque era hermano mayor en mi casa. Los mayores tenían entre 2 y 4 años más que los menores.
Un día, del que no recuerdo nada antes ni después, estábamos todos jugando y alguien de los mayores dijo:
- El que quiera pertenecer al grupo de los mayores tiene que hacer una cosa. Si la hace, lo aceptamos en el grupo.
Todos los menores fuimos interesados. Adonde fuimos era a un muro lindero del edificio. Los mayores nos informaron de que quienes saltaran el muro hacia el exterior, hacia la calle, serían oficialmente miembros de los mayores.
Recuerdo que todos los menores miraron. Creo recordar que uno o dos saltaron. Cuando me acerqué a mirar vi que el muro era demasiado alto y que saltarlo sin romperte algo no estaba garantizado.
Miré el salto. Me di media vuelta y me fui caminando de allí tranquilo. Fue esa realización clara de: “no quiero saltarlo. No hay nada más que decidir. Así que me voy. Yo no paso por ahí.”
Cuando me estaba yendo y algunos se dieron cuenta, a unos 10 metros, un mayor me grita que a dónde voy. Yo sigo caminando y, sin girarme, les digo en voz alta que yo no voy a saltar el muro porque no quiero.
Varios mayores vinieron hacia mí, que seguía caminando. Recuerdo que sonreían como sorprendidos y divertidos. Entonces alguno me dijo:
- OK. Tú eres el único al que aceptamos en los mayores. Venga.
No sé qué pasó a partir de ahí. Sólo recuerdo eso.
Evidentemente, ni mayores ni menores se mezclaron. Aquello fue una milonga. La dinámica de los grupos siguió igual, diluyéndose con el tiempo a medida que crecíamos y todos nos hacíamos "mayores".
Recuerdo aquel día porque fue la primera vez que:
1.- Hice lo que creía que era lo correcto. No tuve ninguna otra consideración.
2.- Asumí con total facilidad no sólo no entrar en el grupo de los mayores, sino ser el contrario del patio, en general, y que me repudiaran. Por eso me iba.
3.- Una vez asumido, me fui tranquilo por vivir bajo mis propias normas. Después se produjo la sorpresa que tantas veces he visto después de aquella vez: a todos los esclavos que se plegaron a la orden, los despreciaron. Al único que se opuso, le reconocieron el valor y lo fueron a buscar. No siempre es así. Muchas veces el que se opone se lleva la represalia. Pero a veces sí es así, y esto es algo que no consideran muchos entre las opciones del resultado de una acción así.
Ese arquetipo de situación y forma de actuar es una plantilla para mi.
Esa historia la recordé y le pude dar significado muchos años más tarde, porque soy reflexivo (Cabeza). No cuando ocurrió. Cuando ocurrió no me enteré de lo que pasó realmente. Por eso sé que es una acción genética pura, porque no tenía ninguna capa de cultura, enseñanza o comportamiento aprendido para eso.
Si solo piensas y nunca actúas, eres un espectador. Si sólo actúas y nunca piensas, eres un peón.
Te voy a contar otra historia de los inicios.
Unos años después, con 13 años, cambié del colegio al instituto. El primer día de mi primer año recuerdo que estaba contento porque uno de mis vecinos iba al mismo instituto y subiríamos juntos caminando todas las mañanas, lo cual era mucho más divertido que ir al colegio en coche.
Mi vecino era un año mayor que yo, así que ya conocía bien la ruta y era su segundo año en el instituto. Era un amigo y un tipo duro. Era de los más duros de mi comunidad. De los que estaba en una bronca física cada no demasiado tiempo. No conocía que se echara para atrás ante ningún reto. Podría llenar un libro con sus anécdotas.
Subíamos hacia el instituto y, en un determinado momento, llegamos a una bonita plaza. Mi amigo me informa de que no pase por el medio de la plaza, que la rodeemos, porque suele haber gente relacionada con drogas.
Recuerdo que eso fue lo que me bastó para que se materializara de entre la espesura de la niebla una sensación, porque no fue un pensamiento, que llevó a mi acción. Sabiendo, como en otras ocasiones, que eso era lo que quería hacer, que era lo correcto y que no iba a hacer otra cosa.
Si hubiera sido un pensamiento hubiera sido algo como:
- ¿Ya nació el que me va a impedir a mí caminar por el medio de la plaza? No lo creo. Así que yo voy por el medio de la plaza.
Informé a mi amigo de que yo iba a ir por el medio de la plaza, de que no me desviaba si estaban vendiendo droga o si estaban haciendo pinturas al óleo. Todo eso me daba igual. Mi amigo me dio algunas razones para disuadirme. Ni las recuerdo ni significaron nada para mi.
Llegamos a la plaza y la crucé. El primer día. Por el centro del centro. A través de un círculo central, donde, efectivamente, había unos jóvenes (que para mi eran muy viejos) sentados con esa parsimonia que sólo tienen a las 7:50 am los camellos.
Crucé por allí, me aseguré de acercarme bien a uno de ellos y pasar a 2 cm de él (algo muy mío) y pasé tan relajado como si estuviera en mi propia casa.
En retrospectiva, supongo que aquellos señores pensarían que, o era gilipollas y no me enteraba de lo que estaban haciendo allí, o era alguna anomalía cósmica que no merecía la pena entender. Sea como fuere, crucé ese día y todos los días durante 4 años.
Mi amigo se unió a mí y dejó de rodear la plaza cuando vio que subía por allí todos los días y no pasaba nada. Me sorprendía que mi amigo fuera un tipo tan duro (porque lo era), pero claudicara y dejara que otros le mandaran. Se puede mandar a alguien sin decirle nada. Basta con hacer que se inhiba de su comportamiento normal.
La gente admira la inteligencia, pero sólo sigue al que tiene el valor de usarla con determinación.
No entendía cómo no pasaba por allí por sí mismo. El caso es que no lo hacía hasta ver que lo hacía yo. No entendí la distancia entre ser un tipo duro sin miedo a las peleas y Cabeza y Cojones, que es otra dimensión completamente distinta.
Obviamente, con el tiempo, fui consciente de quiénes eran los moradores del centro de la plaza y lo que hacían. Lo que el primer día fue un acto de "paso por aquí y punto, me importa un carajo quien esté allí" con el tiempo se convirtió en otra actitud. Algo como "ya me conocen de varios años, no me molesten al pasar por aquí. Cuando yo pase quiero que hagan hueco.".
Nunca hablamos. Nunca nos dijimos nada. Nunca supe quiénes eran, sólo que no eran alumnos del instituto. Pero hacían el hueco. El lenguaje no verbal transmite mucho de lo que pasa y de lo que puede pasar.
Nadie me dijo que hiciera eso. Nadie en mi entorno se comportaba así. Yo no veía otra opción que esa.
Es así y no va a ser de otra manera.
He elegido dos anécdotas, en las que tenía menos de 10 años y 13 años, en las que ya estaba presente de forma clara la máxima antes de que la racionalizara.
ADN. Naces así y luego te das cuenta y construyes sobre ello, si te gusta.
A mi me gustó.
Mucho.
No construí encima de ello. Edifiqué una catedral encima de esa base.
Hoy aconsejo a la gente lo que te aconsejo a ti:
Para prosperar en la vida y poder ayudar a los demás: Cabeza y Cojones. Serás una apisonadora. Nada se te podrá por delante.
Ese es mi cartapacio, con el que iba al instituto.
Supongo que era como las chicas que llevaban los suyos decorados con la Super Pop, pero al revés.
Esas son redacciones para la clase de literatura. Hay papeles amarillos que delatan su antigüedad. Hay pergaminos mejor conservados.
Sobresaliente tras sobresaliente con una violencia tal que la profesora un día se acercó a mí y me susurró para que nadie de la clase lo escuchara:
- Nunca dejes que te pongan menos que un 10. Eres demasiado bueno.
Las notas no importan. Ser bueno es lo único que importa.
Ese siempre ha sido un efecto común. Una cosa es ser bueno. Otra cosa es epatar como para que alguien sienta que tiene que decirte ese tipo de cosas.
He elegido cosas de letras porque soy de ciencias puras e hice una ingeniería. Eso nunca tuvo sentido para mi:
El conocimiento es un círculo en el que todo está conectado. No se pueden separar las ciencias de las letras ni de cualquier otra cosa.
Siempre me gustaron tanto las ciencias como las letras.
Aún conservo ese cartapacio y por eso he querido hacerle una foto con páginas que están dentro.
Thrash metal por fuera.
Octanaje intelectual por dentro.
Esa siempre ha sido la mezcla.
Ese cartapacio y su contenido, esa imagen, es una metáfora en sí misma de Cabeza y Cojones.
Al mundo no le importa lo que sabes, le importa lo que haces con lo que sabes.
Qué caprichoso es el paso de la vida: cuando llevaba ese cartapacio al instituto muchos me decían que la música que me gustaba era demasiado agresiva. Que era ruido, no música. Tampoco entendían el calibre en composición y técnica de esa música. Tampoco querían entenderlo. Era más fácil despreciarlo.
Hoy Metallica es la mayor banda de música del mundo y llena estadios de 75.000 personas 2 noches seguidas. 150.000 personas. Van padres, hijos, madres, hijas y hasta abuelos y abuelas. Hay camisetas de mujer en H&M con el logo de Metallica. No sé cómo se puede cruzar más desde un lado del espectro hasta el otro.
En aquella época esa música era un subgénero agresivo, rápido y técnico dentro de un subgénero.
A Metallica les ha salido bien su Cabeza y Cojones.
Si con aquel cartapacio iba al instituto, con esta camiseta voy a los conciertos de Metallica.
Misma idea.
Mismo principio.
Filosofía práctica
¿Para qué sirve todo esto?
Como siempre te digo, una filosofía sólo es buena si produce resultados cuando la pruebas en la realidad. Si no, si no la pruebas o si no mejora tu vida y las de los demás en las dimensiones que sea, sólo es un ejercicio intelectual que te sirve como divertimento. No es sabiduría. No te permite manejarte mejor en la vida.
En un mundo de predicadores y teóricos, los que se forjan en la realidad tienen la última palabra.
Es el problema de enfocar la vida desde un punto de vista puramente teórico, sin probar las cosas en la realidad.
Si te importa más sonar inteligente que generar resultados, o eres un bufón o un estafador. En cualquier caso, eres irrelevante.
Nunca he estado interesado en eso. Por eso estudié ingeniería. Por eso me gustó siempre más un ingeniero que un físico o un matemático, por mucho que adore las matemáticas. Estar teorizando en el vacío me gusta, pero luego tengo que llevarlo a la práctica. Al hacerlo, tiene que mejorar mi comprensión del mundo o mejorar mi vida y la de otros. No me vale dejar la reflexión en el vacío.
El peligro de teorizar en el vacío sin probar si funciona en la realidad, es que en la teoría funcionan muchas cosas que en la realidad no lo hacen.
En la teoría se puede pretender ser mucho más sabio que en la realidad. La realidad es el puñetazo en la boca que tira del sillón al intelectual de salón.
A mi siempre me ha interesado vivir en la realidad.
Comprobar que las tesis funcionan o no funcionan.
Por eso hice ingeniería y no matemáticas o filosofía. Un ingeniero es una persona que resuelve un problema en un tiempo y con unos recursos dados. No sólo teoriza. Teoriza, aplica y resuelve.
Siendo esto así, Cabeza y Cojones sirve porque funciona para mejorar tu vida y las de los demás.
La capacidad intelectual sin calle es como una espada de plástico: sirve para las películas, pero es inútil en la realidad.
Ahora que conoces qué es la máxima, los inicios y algunas anécdotas fundacionales, voy a contarte una aplicación en el mundo de los adultos. Una historia del mundo de los adultos empresarios que hacen proyectos. Ese ya es tu mundo hoy o lo va a ser porque eres:
Empresario
Emprendedor
Directivo
Mando intermedio
Profesional que tiene responsabilidades
Llevas adelante el proyecto de tu propia vida.
Así que ya estás ahí o vas a estarlo.
Dirijo tu empresa por 1 euro
Hace ya algunos años estábamos en un proyecto, con mi empresa, en el que participaban otras empresas para dar servicio a un cliente muy grande en un proyecto complejo. El proyecto salió muy bien y todo su trayecto, así como las relaciones que mantuvimos durante el mismo entre todos fueron magníficas. Sí, así fue y así es la mayoría de las veces, en nuestra experiencia.
Eso no significa que, como en todo proyecto complejo, con muchas partes móviles colaborando y con tareas difíciles que llevar a cabo, no surjan discrepancias. Se gestionan, se resuelven y se sigue. Lo normal.
Un día consideré que, dentro de esas discrepancias, y tras haber tenido bastante cintura y dar margen, la situación pasó de "siempre demos margen a nuestros colaboradores" a "no te rías de mí". Dos de las empresas involucradas llevaban tiempo generando unos sobrecostes e ineficiencias que nos afectaban a todos los demás. Llegó el punto en el que ya no era sostenible.
Ese día, en la reunión de seguimiento con el cliente, les hice saber que tenían que hacer un mejor trabajo para controlar esos costes e ineficiencias, que ya habíamos dado mucho margen, pero que no podía ser infinito.
Siempre tienes que ayudar a tus socios a que les vaya bien. Eso es ser socios, ser partners o colaborar en un proyecto. Pero no tienes que dejar que te trasladen su carga y no pretendan cumplir mínimamente con lo que se comprometieron.
Al plantearles esto, no reaccionaron demasiado bien y pasaron a explicarme el por qué de sus ineficiencias y de sus sobrecostes:
- Es que nosotros funcionamos así y asado y tenemos que hacerlo así y asado.
- Muy bien. No te digo que no tengas una explicación para que eso sea así, lo que te digo es que no puedes pretender trasladarme eso a mí.
- ¿A qué te refieres?
- A que no me traslades tu forma de funcionar ineficiente para que la pague yo. Un poco de ineficiencia, OK. Esto es demasiado y quieres que sigamos cubriéndolo los demás.
- Es que no podemos trabajar de otra forma porque A, B y C.
Entonces les informé de la clara realidad:
- Hagamos una cosa: me ofrezco a dirigir las dos empresas de ustedes por 1 euro al año. Voy a generar más ingresos y a tener menos gastos, y así pueden hacer este proyecto con la eficiencia adecuada. Ya tienen la solución. Sólo díganme que las dirija y las dirijo, además de la mía.
Silencio en la sala de reunión.
Miradas.
No hubo respuesta.
¿Por qué no hubo respuesta?
Por dos cosas:
1.- Sabían que era verdad que eran ineficientes y que nos estaban empujando eso a los demás, llevando nuestra buena voluntad al punto de abusar de nosotros.
2.- Sabían que podía hacer lo que decía y que si me decían que sí, lo haría.
El cliente y otros partners del proyecto propusieron que estos dos tomaran medidas y que vinieran con una propuesta de mejora.
Solo quien piensa con profundidad y arriesga con determinación puede transformar la adversidad en oportunidad.
Algunas semanas después me reuní con el cliente por separado, sólo yo, para hablar de otras cosas. Me contó que los dos partners aludidos se habían sentado con él y le habían dicho que yo tenía razón y que lo entendían, pero:
- Tal vez José Fortes estuvo demasiado duro…
En un intento por intentar mitigar mi influencia en ese proyecto, supongo. Cosa difícil si tú sabes el peso que tienes en el proyecto por el valor que aportas y al que es difícil renunciar. El cliente zanjó con un:
- ¿Aporta valor?
- ¿Qué?
- José Fortes, ¿aporta valor al proyecto?
- Sí claro, de los que más o el que más.
- Entonces no tenemos nada que comentar de ese tema.
Así me lo relató el cliente.
Es un claro ejemplo de lo que te he recomendado en otros artículos: sé tan bueno que no puedan ignorarte.
La situación mejoró a partir de ese momento. No sólo para mi empresa, sino para el cliente y para el resto de partners que trabajaban en el proyecto. En el largo plazo los partners que eran ineficientes fueron sustituidos por otros. Los demás seguimos. Sorpresa.
Sin embargo, nadie quiso ir al conflicto necesario para poner de relieve una situación injusta. Todo el mundo quería que el proyecto siguiera y estaban dispuestos a tragar con lo que se pasaba de castaño oscuro, aunque en privado lo criticaran.
No hay que criticar en privado. Hay que gestionar los problemas de buena fe en público, dando la oportunidad y el margen suficiente a las otras partes.
Pero si te llevan a un callejón sin salida que tienes que aceptar porque ellos no van a hacer ningún cambio, tendrás que decidir si tienes que apretar o no.
No depender y tener ventaja es saber que puedes destruir algo y decidir no hacerlo… si no necesario.
Cabeza y cojones te sirve en una situación como esa para:
Conocer tu peso real en ese ecosistema y cuántas cartas tienes a tu favor.
Medir el riesgo de seguir así.
Medir el riesgo de que apretar para forzar el cambio pueda hacerte perder tu parte.
Tomar la decisión con la cabeza.
Ejecutarla con cojones y aceptar el resultado. Por ejemplo, perder el proyecto. Por ejemplo, que cambien las cosas para mejor. Tienes que poder aceptar ambos para poder buscar uno.
Quien tiene el poder sobre algo es quien puede destruirlo.
Dune
Ponte en una posición en la que puedas decir que no, es el prerrequisito del que ya te he hablado para poder hacer eso.
Si estás dispuesto a llegar al punto en el que puedes destruir algo, entonces tienes más poder que los demás. Los demás lo necesitan y tú no.
Bien.
Trazo una línea directa a esa anécdota, de otro día más en la oficina cuando estás en el mundo de los negocios, a la máxima que te cuento hoy. Sin Cabeza y Cojones, sin las dos cosas, no haces eso o lo haces mal.
¿Cómo saber que utilizas la máxima bien?
Porque te va bien.
Es sencillo.
Si las cosas que te propones salen adelante en su mayoría, la gente quiere trabajar contigo más, te buscan los clientes, hay profesionales que quieren unirse a tu equipo, socios, etc., entonces funciona.
Es la realidad la que verifica si una filosofía es buena. Si genera resultados positivos, lo es.
No tienes que sobreintelectualizarlo demasiado.
¿Conoces a alguien que siempre te cuenta lo mal que le va o cómo no le salen las cosas y siempre es por otros o porque el mundo no le entiende?
Pues haz lo contrario que él.
Nunca esperes facilidad del mundo. Espera resistencia, incertidumbre y rugosidad. Prepárate para eso y prosperarás.
Aquí sólo vale una cosa: o funciona o no.
Ser un intelectual de salón que no haga nada real en su vida o quejarte del cosmos no te servirá para mejorar tu vida.
Lo que te interesa es poder responder que sí a la pregunta que ya te conté en otra ocasión:
¿Algo de lo que has hecho ha mejorado tu vida?
Los talentosos que no se atrevieron a cabalgar están enterrados en la mediocridad. Y en la escasez económica.
Cabeza y Cojones.
Con Cabeza.
Con Cojones.
Reflexiónalo.
Adáptalo a ti.
Ponlo en práctica.
Haz los ajustes necesarios.
Mide si mejora tu vida.
Utilízalo si lo hace.
Conviértete en una apisonadora.
Lo que más me gusta es aprender. Eso también es cierto para conocer qué te ha parecido este artículo y qué te parece La Forja.
Cuéntame eso o cualquier otra cosa que quieras decirme mandándome un correo a josefortes@substack.com.